DICCIONARIO MÉDICO

Bacteriemia

¿Qué es la bacteriemia?

La bacteriemia se define como la presencia de bacterias viables en el torrente sanguíneo. Esta condición puede ser transitoria, intermitente o persistente, y su detección es fundamental en el diagnóstico de infecciones graves. La bacteriemia puede ocurrir en diversas circunstancias, desde procedimientos médicos invasivos hasta infecciones en distintos órganos y tejidos. La comprensión de la bacteriemia es crucial para la práctica médica, ya que puede ser un indicador de infecciones sistémicas potencialmente mortales como la sepsis.

La bacteriemia transitoria suele ser resultado de actividades cotidianas como cepillarse los dientes, que pueden causar pequeñas abrasiones en la mucosa oral, permitiendo que las bacterias entren en el torrente sanguíneo. En la mayoría de los casos, el sistema inmunológico elimina rápidamente estas bacterias sin causar síntomas o daño. Sin embargo, en personas con sistemas inmunitarios debilitados o con dispositivos médicos implantados, estas bacteriemias transitorias pueden llevar a complicaciones graves.

La bacteriemia intermitente está asociada a infecciones localizadas que periódicamente liberan bacterias en el torrente sanguíneo. Un ejemplo clásico es la endocarditis infecciosa, una infección de las válvulas cardíacas o del revestimiento interno del corazón. En estos casos, las bacterias pueden desprenderse del foco infeccioso y entrar en la sangre de manera intermitente, lo que puede detectarse mediante hemocultivos seriados.

La bacteriemia persistente, por otro lado, indica una infección continua y es más común en infecciones severas como la septicemia. La presencia constante de bacterias en el torrente sanguíneo es un signo de que el sistema inmunológico no puede controlar la infección, lo que requiere intervención médica urgente. Las bacterias pueden diseminarse a otros órganos y causar daño generalizado, lo que lleva a una condición crítica conocida como shock séptico.

El diagnóstico de la bacteriemia se realiza mediante la obtención de muestras de sangre y su cultivo en medios específicos para detectar el crecimiento bacteriano. Los hemocultivos son el método estándar para identificar la bacteriemia y determinar el agente causal. Es crucial realizar hemocultivos antes de iniciar la terapia antibiótica para obtener resultados precisos. La identificación del microorganismo responsable y su perfil de sensibilidad a los antibióticos son esenciales para guiar el tratamiento.

El tratamiento de la bacteriemia depende del microorganismo causante y de la fuente de infección. Generalmente, se administran antibióticos de amplio espectro inicialmente, que luego se ajustan según los resultados de los hemocultivos y las pruebas de sensibilidad. En casos de infecciones complicadas, puede ser necesario el drenaje quirúrgico de abscesos o la retirada de dispositivos médicos contaminados, como catéteres o prótesis.

La prevención de la bacteriemia implica medidas para reducir el riesgo de infecciones invasivas y la implementación de prácticas asépticas rigurosas durante procedimientos médicos. El uso adecuado de antibióticos profilácticos en pacientes de alto riesgo, como aquellos con válvulas cardíacas artificiales o inmunodeficiencias, puede prevenir episodios de bacteriemia. Además, la educación sobre higiene bucal y el manejo de enfermedades crónicas también son importantes para reducir la incidencia de bacteriemia transitoria.

Las complicaciones de la bacteriemia pueden ser graves y potencialmente mortales. La diseminación de bacterias a través del torrente sanguíneo puede causar infecciones secundarias en órganos distantes, como abscesos cerebrales, osteomielitis, o infecciones renales. La sepsis y el shock séptico son las complicaciones más graves y pueden llevar a la disfunción multiorgánica y la muerte si no se tratan rápidamente.

© Clínica Universidad de Navarra 2023

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