DICCIONARIO MÉDICO
Órbita
La órbita, en el contexto médico y anatómico, se refiere a la cavidad o espacio óseo situado en el cráneo que alberga el globo ocular y sus estructuras adyacentes, incluyendo músculos, nervios, vasos sanguíneos y glándulas lacrimales. Esta estructura compleja es fundamental no solo para la protección del ojo, sino también para su correcto funcionamiento, permitiendo los movimientos oculares y el drenaje de fluidos, y facilitando la conexión del sistema visual con el cerebro. La anatomía de la órbita es intrincada, diseñada estratégicamente para ofrecer un soporte físico al ojo, al tiempo que permite una amplia gama de movimientos y funcionalidades necesarias para la visión. La órbita se compone de siete huesos: frontal, cigomático, maxilar, palatino, etmoides, lacrimal y esfenoides, que juntos forman una estructura de cuatro paredes (superior, inferior, medial y lateral) con una forma aproximadamente piramidal, cuyo vértice apunta hacia la fosa craneal media. La apertura frontal de la órbita, conocida como base, es donde el ojo y sus estructuras asociadas se conectan con el resto del cuerpo, facilitando el paso de nervios como el óptico (II par craneal) y el motor ocular común (III par craneal), entre otros, que son vitales para la función visual y motora del ojo. Además de los huesos que conforman la órbita, esta cavidad contiene múltiples componentes críticos para la visión y la salud ocular. Los músculos extraoculares, que incluyen cuatro rectos (superior, inferior, medial y lateral) y dos oblicuos (superior e inferior), permiten el movimiento del globo ocular en diversas direcciones. La glándula lagrimal, ubicada en la parte superior lateral de la órbita, produce lágrimas que humedecen, lubrican y protegen la superficie ocular. Los vasos sanguíneos, especialmente las ramas de la arteria oftálmica, suministran nutrientes y oxígeno a las estructuras orbitarias y oculares, mientras que el sistema venoso facilita el drenaje de sangre hacia el seno cavernoso. La órbita también juega un papel crucial en la protección del ojo contra lesiones físicas. Su diseño óseo robusto y la disposición de tejido adiposo orbitario ayudan a amortiguar y proteger el ojo de impactos externos. Sin embargo, a pesar de esta protección, la órbita y sus contenidos no están exentos de patologías. Las enfermedades orbitarias pueden variar desde infecciones y traumas hasta tumores y anomalías congénitas, cada una requiriendo un enfoque diagnóstico y terapéutico específico. Las patologías orbitarias pueden manifestarse con una variedad de síntomas, incluyendo, pero no limitándose a, proptosis (proyección anormal del ojo), dolor, disminución de la movilidad ocular, cambios en la visión y alteraciones en la apariencia del área periorbitaria. El diagnóstico preciso de estas condiciones a menudo requiere la utilización de técnicas de imagen avanzadas, como la tomografía computarizada (TC) y la resonancia magnética (RM), que proporcionan vistas detalladas de las estructuras orbitarias, permitiendo la identificación de anormalidades. El tratamiento de las enfermedades orbitarias es multifacético, abarcando desde intervenciones médicas, como el uso de medicamentos antiinflamatorios o antibióticos, hasta procedimientos quirúrgicos para corregir anomalías estructurales o extirpar lesiones. La colaboración interdisciplinaria entre oftalmólogos, cirujanos plásticos y reconstructivos, radiólogos y otros especialistas es a menudo esencial para proporcionar una atención integral y efectiva a los pacientes con patologías orbitarias. © Clínica Universidad de Navarra 2023¿Qué es la órbita?
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