Las personas con una actitud positiva ante el perdón tienen menos patologías mentales y un umbral de tolerancia más alto del dolor y del sufrimiento
El psiquiatra Javier Schlatter, especialista del Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica de la Clínica Universidad de Navarra, publica el libro Heridas en el corazón. El poder curativo del perdón
22 de enero de 2014
El perdón puede ser una fuente de salud. “Hay estudios que demuestran que las personas que muestran una actitud positiva ante el perdón, tienen menor patología mental, usan menos psicofármacos y tienen un umbral de tolerancia más alto del dolor y del sufrimiento. Eso supone que usen menos analgésicos e incluso menos servicios sanitarios”. Son palabras del psiquiatra Javier Schlatter, especialista del Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica de la Clínica Universidad de Navarra, experto en los trastornos de la afectividad, y autor del libro Heridas en el corazón. El poder curativo del perdón (Rialp Ediciones). A través de este título, Schlatter disecciona el papel y el efecto del perdón y recorre desde un punto de vista cultural, religioso, histórico y social las manifestaciones y virtudes de un valor incrustado en la naturaleza humana, que además puede mejorar nuestra calidad de vida.
- ¿Cuánto hay en este libro de su experiencia en la consulta con los pacientes
- Es muy frecuente encontrarte en la terapia y en la ayuda psicológica con una situación en la que el paciente tiene o bien una situación presente que ha motivado el cuadro y por tanto ir a consulta, o bien, otras situaciones también muy frecuentes, en las que el paciente, también ante un cuadro depresivo, se enfrenta a situaciones que aparentemente estaban olvidadas, pero que aparecen a flote. Es el ejemplo clásico de cuando baja el agua de un pantano y aparecen las casas viejas, los árboles... Todo eso que teóricamente está oculto y que de pronto aflora y vuelve a la superficie.
- ¿De manera que la ausencia de perdón o una ofensa mal curada puede provocar que afloren psicopatías?
- Así es. Es más frecuente que una persona acuda a la consulta porque ha recibido un daño o una ofensa y no ha sabido cómo afrontarla. Eso provoca tensiones internas que se traducen en cuadros depresivos o en cuadros de ansiedad.
- Usted cuenta en el libro el caso de una familia italiana, cuyo hijo asesina a sus padres por dinero y que después de algunos años, con la ayuda de un sacerdote y tras mostrar arrepentimiento, recibe el perdón de sus dos hermanas. ¿Casos como este demuestran que el perdón puede producirse en las situaciones más extremas?
- Sí. Y aquí está una de las cuestiones que a mí me llevó a profundizar en el tema del perdón: que ante situaciones tan extremas y aparentemente imperdonables, es posible el perdón. Y este caso es terrible: un hijo que asesina a sus padres cuando ellos le daban una especial protección. Y el hijo reconoce que los mata porque quería más. Terrible.
- El hijo muestra arrepentimiento. ¿Es necesario que se dé esta circunstancia para que se produzca el perdón?
- No es necesario. Es otra de las claves interesantes. El arrepentimiento ayuda, evidentemente. Pero uno de los momentos fundamentales del proceso del perdón es cuando se produce una situación de empatía entre el ofendido y el ofensor. Los dos, en un momento dado, comparten un mal. Hay uno que ha causado ese mal al otro en forma de daño, ofensa... Y hay un momento en el que los dos comprenden que son víctimas de ese mal. El arrepentimiento ayuda, pero es muy habitual, por ejemplo, que una persona perdone a otra que ya ha fallecido, o incluso a alguien que ni siquiera sabe quién es. Ahora tenemos casos tristes de terroristas. Algunos se han arrepentido y otros no. Y hay gente capaz de perdonar a quien cree que la ofensa o el acto terrorista, en este caso, está justificado. La ausencia de arrepentimiento dificulta, pero no imposibilita el perdón. Esa es una de sus grandezas.
- El perdón muchas veces es noticia. Lo hemos visto ahora con la doctrina Parot y también con Nelson Mandela, fallecido recientemente, y que impulsó las Comisiones para la Verdad y la Reconciliación con el objetivo de superar la era Apartheid en Sudáfrica. ¿Cómo es el perdón en nuestra sociedad?
- Es un poco paradójico. Por un lado, existe toda una tendencia social al individualismo, a no querer sufrir, y por tanto, querer evitar el acercamiento al ofensor. También hay una tendencia a judicializar el perdón, es decir, vamos a arreglar lo que se ha estropeado mediante una denuncia antes de entrar en una dinámica de perdón y de diálogo. Esa tendencia existe, pero también hay una experiencia de las últimas décadas por la que no basta con una sanción o con una pena. Más allá de las consideraciones que se puedan hacer sobre la doctrina Parot, el ciudadano necesita escuchar el perdón del terrorista o del violador o del asesino. La sociedad no quiere que haya elementos dentro de ella que destruyan la unión, la paz, la convivencia. De manera que necesitamos que los ofensores reconozcan su culpa para que la sociedad pueda más allá de la pena impuesta por un tribunal. La sociedad otorga ese perdón cuando ve arrepentimiento, aunque no sea necesario. Ahora hay una sensibilidad al perdón y existe una corriente positiva hacia el perdón.
España y el perdón
- ¿Y España tiene una sociedad que perdona?
- Esto toca un tema cultural y también religioso. Cuando empecé a estudiar todos estos temas, pensé que el hecho de ser cristiano podía facilitar el perdón. Pero yo me resistía a pensar que el perdón fuera una realidad estrictamente religiosa. El perdón es humano y es inherente a cualquier persona. Necesitamos el perdón igual que necesitamos la confianza para poder convivir en sociedad. Es algo propio de la naturaleza humana. A partir de ahí, hay religiones o culturas en las que el perdón ha tomado más parte de la sociedad. Yo creo que todo Occidente, por su raíz cristiana tiene más argumentos para perdonar. Y después de todo, el cristiano intenta imitar el modelo ideal de Jesucristo y el perdón es uno de los mensajes fundamentales. Pero en general, el mundo occidental y el mundo latino tienen una especial predisposición a perdonar. En las sociedades nórdicas, que son más individualistas, es normal que ante una ofensa cada uno decida ir por su lado. En España no es tan fácil esa situación. Es más habitual que los problemas se enconen. Y eso facilita que haya una mayor sensibilidad hacia el perdón.
- Ha citado el cristianismo, pero en el libro también habla del judaísmo o de la religión islámica en donde el perdón también tiene una presencia notable.
- Por supuesto. Y muchas veces se olvida porque las noticias destacan los extremos. Cualquier fundamentalismo que sitúa la verdad por encima de la persona, dificulta el perdón. Y el perdón es personal y es libre. Te perdono porque quiero hacerlo. Se habla mucho de perdonarse a uno mismo, pero el perdón auténtico necesita de otra persona, que es la que me perdona. Si no, no es un perdón auténtico. Los fundamentalismos no van a la persona sino a la letra, de manera que las manifestaciones extremas de islamismo o judaísmo, o incluso del cristianismo, dificultaría el perdón. Perdonamos porque entendemos a la persona que ha cometido la ofensa. Te perdono porque yo también podría haber hecho ese daño.
- Pese a que pueda parecer algo sencillo, el perdón está lleno de complejidad. Hay diferentes tipos de perdón, de persona que perdona, de perdonado, de motivaciones...
- Sí. De hecho creo que es una de las percepciones que he visto en las personas que he atendido y en mí mismo. Cuando quieres perdonar a una persona y pasar página sobre un asunto, ves que no es fácil. Te puedes plantear si el problema es que eres mala persona. Y lo cierto es que hay situaciones y personas que pueden estar toda una vida intentando perdonar y que nunca consigan que quede un resquemor y una secuela en el fondo. Creo que esto no es algo negativo.
- ¿Así que el tiempo no todo lo cura?
- Así es. Hacen falta unas condiciones, una libertad y una decisión. La manera de ser influye, aunque no sea decisiva. Hace poco un colega me decía que él no tenía problemas para perdonar y que olvidaba fácilmente. Y había otra chica al lado que decía que no, que había cosas que no era capaz de perdonar. Y creo que los dos decían lo que sentían. Así que la manera de ser influye. Las personas más sensibles sufren más ante las ofensas. También son las más necesitadas del perdón y lo buscan. Pero lo sufren más. Las personas que tienden a interpretar demasiado las cosas, ya sea una palabra, o un gesto o la ausencia de palabras... Son rasgos de la forma de ser que también influyen. Después de todo, el perdón es un fenómeno personal y como tal, hay personas con más facilidad para el perdón que otras.
Perdón y psicopatías
- ¿Y qué tipo de personalidades sufren más con el proceso del perdón?
- Las personalidades que peor lo pasan son las obsesivas, por esa tendencia a darle vueltas a las cosas, por la inseguridad de fondo y por la rigidez, que les dificulta el cambio. Después de todo, el perdón es una transformación del corazón. Si eres muy rígido, siempre cuesta más cambiar el corazón o la percepción hacia una persona. También estarían las personalidades desconfiadas o paranoides. Siempre les va a resultar más difícil empatizar con la persona que les ha hecho el daño. Van a tender a pensar siempre que hay una mala intención. Y una de las cosas que más ahondan la herida del cuchillo de la ofensa la percepción de que hay mala intención o ensañamiento. Y finalmente, las personalidades narcisistas. Es un tipo de personalidad en la que eres el centro, el poseedor de la verdad, el que nunca se equivoca... De manera que en una relación en la que se produce una ofensa, el narcisista no va a pedir perdón.
- ¿Y cuánto hay de generosidad en el acto de perdonar?
- Mucho. Hay un artículo muy interesante de Jutta Burggraf, que fue profesora de la Universidad de Navarra, ya fallecida, en el que habla de las cualidades morales que predisponen al perdón: el amor, la humildad y la generosidad. Después de todo, cuando uno recibe el golpe de una ofensa, está recibiendo una energía negativa que viene desde fuera y que uno piensa que no se merece. Lo que tengo que conseguir es darle la vuelta y lo que era un vector negativo contra mí, tiene que convertirse en un vector positivo hacia fuera. Voy a ofrecerte una comprensión y un perdón que no te mereces por lo que has hecho, pero sí te mereces porque tu grandeza es mayor que tu culpa. En ese sentido, he de ser generoso para darle la vuelta a esos vectores. Cuando uno recibe un daño, la reacción primera es la protección. Te proteges y te encoges sobre ti mismo en tu caparazón para sobrevivir. Y eso te protege para que no te vuelvan a hacer daño. Pero eso no es el perdón. Para perdonar tienes que abrirte y acercarte a esa persona. Es un esfuerzo que sale de algo que tienes: la generosidad.
- En el libro, habla de los efectos psicosomáticos que produce el perdón. ¿Cómo afecta a nuestro organismo el hecho de perdonar?
- El perdón tiene una repercusión psicosomática. Más allá de mi experiencia personal en la consulta, en donde he podido corroborar esos efectos positivos, hay estudios que demuestran que las personas que tienen una actitud positiva ante el perdón, tienen menor patología mental, usan menos psicofármacos y tienen un umbral de tolerancia más alto del dolor y del sufrimiento. Eso supone que usen menos los analgésicos e incluso menos servicios sanitarios. Y esto es congruente. Evidentemente no todas las patologías mentales o el dolor tiene que ver con ofensas. El daño provoca sensaciones negativas. Todo eso te pone en una situación de activación que no es buena y hace que segregues a la sangre sustancias que en condiciones normales son muy útiles, pero que pueden ser tóxicas. Un exceso de adrenalina o de cortisol hace que se eleve la tensión arterial, muscular, que bajen las defensas... No va a provocar una enfermedad grave, pero sí cierta falta de salud y de bienestar.
- Supongo que es algo a lo que se enfrenta en la consulta. ¿Cuál es el momento propicio para perdonar? Las personas tienen diferentes tiempos...
- En cualquier terapia hay que marcar unos objetivos y hay que ver si dentro de esos objetivos está el de perdonar a la persona que comete la ofensa. Porque si no quiere perdonar, ya no forma parte de la terapia. Pero si quiere hacerlo, interesa estudiar cómo es la persona que ha recibido el daño, su personalidad; su mecanismo de defensa ante los problemas habituales, porque si no es el correcto hay que cambiarlo y si es una persona muy racionalizadora, quizás interese verlo desde un punto de vista más emocional. Por lo tanto, se estudia la personalidad de la persona ofendida, se habla con ella para que explique qué tipo de intencionalidad percibe del ofensor, y finalmente sobre las características del daño en sí. Con todos esos datos, se plantea si es el momento de poder dar ese paso de perdonar. Una persona que acaba de sufrir un daño muy fuerte, como una violación, es posible que perdone, pero no siempre lo podemos poner en la tesitura de perdonar. Hay gente que necesita pasar el dolor, expresar su ira y sus emociones. El momento de perdonar es fundamental en la terapia. Y cuando se produce, casi siempre fortalece las relaciones. Pero no puedes pedírselo a todo el mundo.