Más de 3.000 personas participaron en la Misa celebrada por el prelado del Opus Dei con motivo del cincuentenario de la Clínica
La ceremonia eucarística, presidida por monseñor Javier Echevarría, se celebró en las instalaciones del Polideportivo de la Universidad de Navarra y pudo seguirse desde el exterior a través de una pantalla de grandes dimensiones, además de por internet.
29 de abril de 2012
“Celebramos esta Santa Eucaristía con el deseo de agradecer a Dios los cincuenta años del servicio prestado desde la Clínica Universidad de Navarra a toda la sociedad, y para implorar la bendición divina sobre los que allí trabajan y sobre quienes allí buscan recuperar la salud”. Con estas palabras el obispo, prelado del Opus Dei y gran canciller de la Universidad de Navarra, monseñor Javier Echevarría, se dirigió en su homilía a las más de 3.000 personas que han participado en la Santa Misa de celebración del cincuentenario que este año cumple la Clínica.
La ceremonia ha tenido lugar hoy a las 12 horas en el Polideportivo de la Universidad de Navarra, ubicación que el prelado definió como un marco singular. “Se trata –describió- de unas instalaciones destinadas al deporte, es decir, a realizar una actividad de descanso alegre y sano, que, a la vez que entona el cuerpo, puede encender el alma, cuando ayuda a crear y desarrollar entre los participantes vínculos de amistad que acercan a Dios”. Como edificio integrado en la Universidad, monseñor Echevarría se refirió a las palabras de San Josemaría Escrivá de Balaguer quien, en una homilía ofrecida en este mismo campus en 1967 aseguró: “Nuestra Misa tiene lugar en el entorno del quehacer ordinario: un ámbito de estudio e investigación, de fraternidad y vida saludable”.
La celebración eucarística, presidida por monseñor Echevarría, estuvo concelebrada por el vicario general de la Prelatura, Fernando Ocáriz; por el vicario del Opus Dei en España y vice gran canciller de la Universidad de Navarra, Ramón Herrando; por el vicario del Opus Dei de la Delegación de Pamplona, Rafael Salvador, y por el director de Capellanía de la Clínica Universidad de Navarra, Narciso Sánchez.
El acto litúrgico estuvo precedido, en la tarde de ayer sábado, por una tertulia que el gran canciller mantuvo en el mismo lugar con una nutrida representación de profesionales de la Clínica.
Autoridades y profesionales
Entre los participantes en la celebración eucarística cabe destacar la presencia de la delegada del Gobierno, Carmen Alba, el alcalde de Pamplona, Enrique Maya y del consejero de Educación del Gobierno de Navarra, José Iribas. Por parte de la Universidad de Navarra asistieron el rector, Ángel J. Gómez-Montoro, la Comisión Permanente, constituida por todos sus vicerrectores, así como los miembros del Consejo de Dirección de la Clínica Universidad de Navarra, encabezado por su director general, José Andrés Gómez Cantero, el director médico, el doctor Nicolás García, la subdirectora, doctora Esperanza Lozano, el subdirector, doctor Jorge Quiroga, la directora de Enfermería, Carmen Rumeu y el director de Operaciones, Iñigo Goenaga.
El gran canciller tuvo palabras especiales para todos los profesionales de esta institución a quienes se dirigió para subrayarles el fin último de su labor basada en la superación diaria, en el alivio del sufrimiento de los enfermos y en la elevación de su trabajo en ofrenda a Dios.
Monseñor Echevarría subrayó, en este sentido, que “atender a los enfermos con caridad cristiana y ofrecerles los remedios a su alcance ha sido siempre una característica distintiva de los discípulos de Jesucristo”. Recordó así las palabras del beato Juan Pablo II: “La Iglesia, que nace del misterio de la redención en la Cruz de Cristo, está obligada a buscar el encuentro con el hombre, de modo particular en el camino de su sufrimiento. En tal encuentro el hombre se convierte en el camino de la Iglesia, y éste es uno de los caminos más importantes”.
Especial solicitud hacia los enfermos
Durante su homilía tuvo un especial y constante recuerdo a la figura de san Josemaría Escrivá de Balaguer como principal impulsor de la creación de la Clínica. Destacó que, en su labor de poner de relieve en el mundo la figura de Jesucristo como el Buen Pastor de todos (Jn 10, 11), el fundador del Opus Dei, desde los comienzos de la Obra, “mostró una especial solicitud hacia los enfermos”.
Monseñor Echevarría alegó que “no hay existencia cristiana sin Cruz” y evocó los inicios del sacerdocio de san Josemaría a quien describió “pasando muchas horas a la cabecera de los enfermos, acompañándolos y consolándolos en su dolor, poniendo a su disposición su calor humano y el don precioso de los sacramentos. Veía en ellos la figura amable y doliente de Cristo, cargado con nuestros pesares y sufrimientos, y sentía ansias de aliviar a Cristo, a quien veía en los enfermos”.
En la homilía se refirió a la fundación del Opus Dei, en 1928, por Josemaría Escrivá, “como camino de santificación en el trabajo profesional y en las circunstancias ordinarias del cristiano”. Fiel a este espíritu, el santo “impulsó —entre otras muchas actividades apostólicas— la puesta en marcha de la Universidad de Navarra: una iniciativa civil, imbuida del espíritu cristiano, llevada a cabo por hombres y mujeres que aman apasionadamente el mundo en el que viven y que, por amor al mundo, intentar aportar lo mejor poseen: su capacitación científica, humanista y técnica, su afán de servicio, y el gozo de la fe, la alegría de haber encontrado a Jesucristo”.
Señaló la preferencia del fundador de la Obra por los pacientes y las palabras del santo cuando, en su labor de consolidación del Opus Dei, tuvo que recortar la frecuencia de sus visitas a los enfermos. “San Josemaría escribió entonces: “Mi Jesús no quiere que le deje, y me recordó que Él está clavado en una cama del hospital...”. Tal vez por eso, puso particular empeño en que una de las primeras Facultades de la Universidad de Navarra fuera la de Medicina, y en que contase con una clínica universitaria, aunque era bien consciente de la ingente dificultad que suponía sacar adelante ese proyecto”.
Agradecimiento a impulsores y trabajadores
Durante la predicación, el gran canciller recordó con agradecimiento a los primeros impulsores de la Clínica Universidad de Navarra, y, especialmente, “la entrega de aquellas mujeres y aquellos hombres que, con generosa y total disponibilidad, hicieron posible la realización de esas aspiraciones de san Josemaría, así como la de quienes hoy continúan su tarea”.
Tuvo una mención especial para algunas personas ya fallecidas que, de alguna manera, quiso que representaran a las demás: “Los profesores Jiménez Vargas y Ortiz de Landázuri, que pusieron todo su empeño en sacar adelante la Facultad de Medicina y la Clínica, respectivamente; la doctora Mari Carmen Adalid y Amelia Fontán, una de las Directoras, que contribuyeron a dar el impulso inicial a la Escuela de Enfermeras”.
Actividad ordinaria de la Clínica
La visión del fundador de la Universidad sobre la actividad ordinaria de la Clínica también fue descrita como “una excelente ocasión para que cada uno, cada una, ejercite el alma sacerdotal propia de todos los cristianos”, según incidió monseñor Echevarría. El santo, recordó el prelado, animaba a contemplar la realidad “sin limitarse a los aspectos técnicos, aunque los considerara imprescindibles”. Una mirada que “llegaba más al fondo: a las personas con las que trabajar, a las que servir, a las que comprender, a las que consolar, a las que curar”.
De ahí la especial valoración de san Josemaría de la labor de las enfermeras -destacó el prelado- unas profesionales “siempre disponibles para atender a los pacientes con una extraordinaria preparación profesional y un acogedor calor humano. Esta profesión, en efecto, a la vez que requiere gran capacitación técnica, ofrece muchas ocasiones de ejercitar el alma sacerdotal”.
Y citó palabras del Papa Benedicto XVI cuando dice que “la grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre. Esto es válido tanto para el individuo como para la sociedad. Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana”.
Destacó la importancia que concedía san Josemaría a la atención de los enfermos “con pleno respeto a su dignidad, tanto desde el punto de vista médico como espiritual y humano. Por eso, en la Clínica, el cuidado de la decoración, o los servicios de lavandería y cocina, son tan importantes como los más sofisticados medios técnicos al servicio de las tareas diagnósticas o quirúrgicas”.
“Fábrica de ciencia y santidad”
Como máxima que debe regir el modelo de la Clínica, monseñor Echevarría predicó que “tanto la ciencia médica como el calor humano, en un ambiente familiar, son importantes para aliviar el dolor siempre que resulte posible”. Y aunque apreció el sufrimiento como “uno de los tesoros del hombre sobre la tierra, y no cabe jamás despreciarlo”, recordó las palabras de san Josemaría cuando insistía en que “el dolor físico, cuando se puede quitar, se quita. ¡Bastantes sufrimientos hay en la vida! Y cuando no se puede quitar, se ofrece”.
El gran canciller de la Universidad valoró el medio siglo de trayectoria que atesora la Clínica, tiempo en el que, reconoció, “se ha convertido en una institución de vanguardia al servicio de la salud”. A la par, estimó que desde este centro hospitalario, en cada jornada, “se eleva al Cielo una oblación pura y muy grata a Dios, por parte de mujeres y hombres, enfermos y profesionales de la salud, que —cada uno desde su sitio— dan testimonio de que alma sacerdotal y profesionalidad laical se complementan perfectamente”.
Dibujó su visión de la Clínica como la de “una gran fábrica de ciencia y de santidad” y tildó de “significativa” su aportación a la mejora de la asistencia sanitaria, además de “relevante” su importancia para el futuro, ya que “los católicos estamos llamados a redescubrir los senderos más adecuados para la nueva evangelización de la sociedad civil, que necesita superar viejos modelos de tecnicismos cerrados al espíritu, para abrirse plenamente al servicio de cada hombre y de todo el hombre”.
En palabras de san Josemaría, el prelado del Opus Dei concluyó: “Como hijos de Dios, somos portadores de la única llama capaz de iluminar los caminos terrenos de las almas, del único fulgor, en el que nunca podrán darse oscuridades, penumbras ni sombras”.
Para finalizar su homilía, el gran canciller elevó una petición a Santa María a quien la Iglesia invoca como Salud de los enfermos, “Salus infirmorum”, para que como a Juan, amado discípulo de Jesús, “nos enseñe a descubrir el sentido cristiano del dolor y del buen Amor”. Insistió a los presentes en la necesidad de aprender “a poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades, con nuestro trabajo bien acabado, de modo que sus frutos se derramen con abundancia sobre el mundo, llevando la salud al cuerpo y la salvación al alma”.
Descarga de la homilía.