La medicina en la prevención de enfermedades
Con frecuencia las enfermedades son diagnosticadas cuando ya se han manifestado. La presencia de una serie de síntomas advierte sobre el desarrollo de una determinada enfermedad. Esa manifestación puede ser aguda (en forma de crisis) o bien solapada.
En este último caso, es habitual que la enfermedad esté muy avanzada en el momento del diagnóstico, debido a que el propio paciente se acostumbra a la presencia de síntomas o limitaciones ocasionadas por ese trastorno. Se puede advertir un mayor riesgo de desarrollar una enfermedad valorando diversos factores. En primer lugar son importantes los antecedentes familiares.
Hay procesos claramente hereditarios (trastornos metabólicos, neurológicos o degenerativos que afectan a diversos órganos-), pero otros que transmiten tan sólo un cierto riesgo. Ese riesgo se debe a los mecanismos de desarrollo de la enfermedad o bien al hecho de compartir diferentes generaciones, las mismas condiciones sociales e higiénico-sanitarias.
¿Se pueden detectar a tiempo enfermedades?
Se advierte la necesidad de detectar a tiempo enfermedades que se han desarrollado en padres fundamentalmente. Esto se comprueba en algunos tipos de tumores, como los de colon o mama, pero también en enfermedades como la diabetes o la hipertensión arterial.
También se deben valorar los antecedentes personales. Hay enfermedades que predisponen al padecimiento de otras. Existen personas que han tenido la mala suerte de tener un contacto habitual con la Medicina debido a que han sufrido diversos procesos.
Se aprecian enfermedades infecciosas (respiratorias o sistémicas) e, incluso, accidentes (con lesiones mecánicas) que pueden facilitar la presencia de otros problemas. Esas enfermedades son más importantes cuando han ocasionado un deterioro del estado de salud que, incluso, persiste debido a limitaciones físicas (problemas musculo-esqueléticos, trastornos alimentarios, etc.) o psíquicas.
Por último, es importante evaluar el estilo de vida. En esa valoración se debe incluir diversos aspectos como la dieta, el trabajo, el ejercicio físico, el descanso o posibles hábitos tóxicos. La dieta es un aspecto que muchas veces se descuida. La ausencia de un desayuno con fundamento, un horario de comidas anárquico o un desequilibrio en el aporte de nutrientes (con un excesivo consumo de grasas y azúcares, o limitado de alimentos frescos) predispone al padecimiento de problemas metabólicos, digestivos, renales o incluso psíquicos.
Un trabajo estresante y desordenado, aunque inicialmente sea considerado como estimulante, acaba generando un desgaste mucho mayor si se dan otras condiciones (mal ambiente, falta de apoyo o estabilidad social y familiar). La ausencia de un ejercicio físico programado y periódico provoca la presencia de un sedentarismo que unido a otros problemas acaba facilitando el desarrollo de un sobrepeso e incluso problemas cardiovasculares.
El descanso es fundamental y, en cambio, cada vez se le presta menor atención. Es importante valorar la cantidad y calidad del descanso, sobre todo teniendo en cuenta que se asocia con frecuencia a otros problemas. Los hábitos tóxicos están muy relacionados con un deterioro del estado de salud que afecta a sistemas vitales, como el respiratorio, hepático o cardiovascular.
Esos hábitos suelen girar alrededor del tabaquismo y alcoholismo (muchas veces social), sin embargo están adquiriendo importancia el consumo de otras sustancias con un efecto destructor importante.
¿Se puede cuidar la salud de cualquier forma?
Cada vez hay una cultura de salud más amplia gracias a los medios de comunicación y las nuevas tecnologías. No obstante, para muchos, la salud es sólo una cuestión que se ha puesto de moda o que genera un consumismo. Se debe vivir sano pero no para la salud. Además, no se puede generalizar a la hora de establecer unas determinadas pautas. No todas las personas admiten un tipo de dieta o ejercicio físico.
Por ello, conviene tener en cuenta todos los factores comentados anteriormente antes de establecer unas conductas que ayuden a mantener un estado de salud óptimo o mejor dicho, una buena calidad de vida.