Choque femoroacetabular enfermedad de deportistas jóvenes
El choque femoroacetabular es una patología frecuente en deportistas jóvenes, pero nueva en su diagnóstico, porque hasta hace pocos años no estaba tipificada, es decir, no existía como tal. De hecho, a día de hoy, no está englobada en la cultura médica ni en la sociedad, pero puede provocar artrosis precoz en los pacientes que la padecen.
Concretamente, el choque femoroacetabular es una lesión producida por un enfrentamiento entre el fémur y la pelvis al tener un “problema de espacio”, por lo que chocan entre sí dañando los tejidos blandos (labrum).
El diagnóstico es sencillo, con una exploración física ya podemos tener un juicio de sospecha. Para confirmarlo, es necesario hacer una radiografía, aunque si el médico no suele estar en contacto con esta patología, muchas veces la lesión pasa desapercibida con esta prueba.
Además, para saber si las partes blandas están dañadas, es necesario hacer una resonancia magnética específica, porque con una resonancia estándar no es posible detectar la lesión.
Puede ocurrir, además, una deformación en la cabeza del fémur, que era más prominente de lo normal, por lo que rozaba con los bordes del cotilo (cavidad articular) y lesionaba el labrum. Para tratar esta dolencia existen diferentes técnicas, como el mini-open (incisión de pocos centímetros) y la artroscopia de cadera.
Una vez diagnosticado el problema, las primeras propuestas al paciente son el uso de medicación antiinflamatoria y un protocolo de fisioterapia que ayude a corregir los movimientos perjudiciales, a la vez que alivie el dolor.
Las infiltraciones intra-articulares suelen reducir o hacer desaparecer el dolor, en ocasiones, temporalmente y otras veces por un periodo largo.
Cumplen dos funciones, por un lado si el dolor proviene de la cadera (y no de otros zonas cercanas como podría ser la columna, el pubis, los glúteos) la medicación infiltrada en el interior aliviará el dolor.
A la vez, se confirma el diagnóstico. Si se alivia el dolor, es un signo más de que el dolor proviene de la cadera y no de la columna.
La cirugía tenía un doble objetivo: reparar la lesión del labrum y limar la deformación del fémur para que no rozase con el movimiento. Tanto la intervención como el posoperatorio fue muy bueno y, a las tres horas de terminar la operación, el paciente ya puede caminar.
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