Corazón de atleta
La práctica de un esfuerzo físico conlleva una serie de respuestas por parte de nuestro organismo. Si ese ejercicio físico sólo se realiza en un determinado momento, de manera aislada, como por ejemplo jugar un día un partido de tenis, nadar en la playa o piscina, jugar un partido de futbito, realizar una caminata por el monte o por el campo etc., y esto no se repite en dos o tres semanas, nos encontramos frente a una "respuesta fisiológica aguda".
En este tipo de respuesta, el organismo intenta suplir las necesidades temporales de este esfuerzo físico, pero éste no deja ninguna huella y solamente ha servido para pasar un rato aislado de deporte. En resumen, se realiza una demanda aguda y se obtiene una respuesta también aguda.
Otra cosa bien distinta se produce cuando este esfuerzo físico se repite con una determinada intensidad, duración y periodicidad en el tiempo. Entonces nos encontramos frente a lo que llamamos un "entrenamiento". La respuesta que obtendremos frente a este estímulo del ejercicio físico continuado es la de una adaptación crónica del organismo en general.
Los efectos biológicos que van a tener lugar como consecuencia de esta adaptación crónica se van a manifestar, básicamente, sobre el sistema músculo-esqueletico (hipertrofia del músculo, aumento de la fuerza, velocidad, elasticidad mayor de los ligamentos, etc. ), sobre la sangre (aumento del hematocrito, hematíes etc. ), sobre la composición corporal (reducción de la grasa corporal, aumento del músculo ó masa magra etc..) pero sobre todo, los cambios más importantes son los que tienen lugar sobre el sistema de aporte de oxígeno.
Sobre el aparato respiratorio podemos decir muy poco, ya que, aunque se producen unos cambios muy importantes durante el ejercicio físico, si este sistema esta en condiciones normales, no es causa ni origen de ninguna limitación durante el esfuerzo.
Sobre el corazón se van a producir unos cambios básicamente definidos por una hipertrofia del músculo cardiaco (aumento de tamaño de la fibra cardiaca), aumento de las cavidades de los ventrículos, reducción de la frecuencia cardiaca en reposo y en el ejercicio submáximo y aparición de alteraciones en el ECG basal, consistentes en alteraciones de la repolarización, trastornos de la conducción y algún tipo de arritmia, siempre benignas.
Todo estos cambios producen "el síndrome del corazón del atleta", expresión de una adaptación crónica del corazón a una demanda continuada en el tiempo y a una determinada intensidad de ejercicio.
Desde el punto de vista del almacenamiento de energía, el músculo esquelético tiene una disponibilidad propia para aproximadamente una hora y, a partir de ahí, echa mano de otras fuentes de glucógeno (glucógeno del hígado) y luego de las grasas, etc.
Sin embargo, el corazón tiene muy poco espacio dedicado al almacenamiento, tanto es así que su energía se agotara si realizamos un esfuerzo máximo en unos 16-18 segundos y en condiciones de reposo en 40 segundos aproximadamente.
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