Cómo quejarse sin crear distancias
Los matrimonios que acuden a consulta buscan ayuda especializada para resolver una crisis conyugal que puede ser puntual o llevar soterrada mucho tiempo, a veces largos años. La mayoría de estos matrimonios identifican como un problema importante las dificultades de comunicación conyugal.
Éstas dificultades pueden ser causa o consecuencia de otros problemas mayores, y su resolución no siempre implica que la disfunción conyugal se haya erradicado. Sin embargo, una buena comunicación es condición necesaria, -aunque no suficiente-, para lograr una óptima dinámica conyugal. Es decir, hablarnos bien no garantiza el buen funcionamiento conyugal, pero es indispensable para que el resto de áreas puedan desarrollarse correctamente.
Los problemas de comunicación a veces se entienden como algo tan inespecífico que son difíciles de abordar en el día a día. En nuestra práctica clínica, como parte del proceso diagnóstico de los matrimonios que acuden a consulta, realizamos un estudio observacional que nos permite concretar cuáles son los problemas de comunicación que presentan. Las conductas se traducen en distintos códigos que denotan recursos positivos o negativos.
En este artículo, trataremos de abordar algunos aspectos muy recurrentes que pueden mejorarse con relativa facilidad. Cuando se constituye un matrimonio, en ocasiones tememos que factores "externos" a la relación hagan peligrar unos cimientos que quizás no estén aún lo suficientemente sólidos. A veces cometemos el error de pensar que en el matrimonio hay cosas que es preferible no decir.
Este patrón protector puede instaurarse como norma desde el inicio, o adoptarse únicamente con los años, cuando surgen momentos de estrés en los que nos adelantamos a imaginar que va a requerir demasiado tiempo y esfuerzo que nuestro cónyuge nos comprenda. De este modo, bajo la fantasía de que por ser factores "externos" no tienen relevancia para el matrimonio, nos olvidamos de su repercusión individual.
Queramos o no, dentro de un matrimonio, lo que afecta a un cónyuge afecta sí o sí al otro. Por ello, cuando algo nos preocupa o nos disgusta, es importante comunicarlo, aunque no de cualquier modo. Hay situaciones o noticias que de antemano intuimos que pueden ser recibidos como una "bomba de artillería": quejas, diferencias de opinión o necesidades personales que aparentemente entran en conflicto con el buen desarrollo del matrimonio y la familia.
Muchas veces, considerando que es lo mejor para ambos, llegamos a convencernos de que es más conveniente correr un tupido velo, restar importancia, aguantar, ceder o callar. A la larga, esta actitud se vuelve en nuestra contra, creando distancias que enturbian el día a día.
Hablemos de las quejas. ¿Cómo plantearlas?
Si bien es cierto que no es posible alcanzar una perfección robótica, hay pautas concretas que nos permitirán traducir un lenguaje potencialmente destructivo en una comunicación que una al matrimonio. Elegir el momento
Como en tantas otras situaciones de la vida, para expresar una queja, ante todo es importante elegir bien el momento. “No me digas que no aguantas a mi madre cuando falta una hora para la cena de Nochebuena...”.
Lo que dictaría el sentido común de cualquiera, en situaciones inesperadas o de estrés no resulta tan claro. Tratemos de buscar un momento en el que estemos tranquilos, sin niños, sin prisa y, por qué no, con una copa de vino. Pero, si ese momento idílico parece no llegar nunca, busquemos el mejor momento posible: no esperemos a que la copa se avinagre.
Unidad de Diagnóstico y Terapia Familiar. Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica. Clínica Universidad de Navarra
Artículo publicado en la revista Hacer Familia. Enero 2014