Halloween abre la puerta al miedo
Empezó siendo una fiesta anglosajona, pero hoy en día Halloween ya no tiene fronteras. Tampoco aquí, que cada año se va celebrando con mayor arraigo.
Los niños disfrazados salen a las calles en busca de caramelos, jóvenes se reúnen para vivir una noche terrorífica y comercios se enfundan bajo telarañas y escobas de brujas para disfrutar de esta “noche del terror”.
Sin embargo, este es un sentimiento que es necesario tomar con precaución. “No es malo sentir miedo, es una respuesta adaptativa que nos permite reaccionar, pero experimentar miedos ante Halloween o películas de terror no es necesario tener que vivirlo.
Menos aún forzar a alguien a enfrentarse a ello”, sostiene la Dra. Cristina Maestro, psicóloga de la Clínica Universidad de Navarra.
El miedo es una emoción básica, todo el mundo lo ha experimentado alguna vez. Pero puede acarrear unas consecuencias que en muchas ocasiones se escapa al control individual de cada uno.
“El miedo nos ayuda a protegernos, a alertarnos contra peligros y a reaccionar ante los mismos. Pero cuando supera un límite y hace que la vida diaria se vea afectada, se convierte en un auténtico problema”, advierte.
Es en ese punto cuando se puede hablar de fobia, cuando ese estímulo impide un funcionamiento normal en la vida diaria. No obstante, ¿somos conscientes de en qué consiste esta enfermedad y de su repercusión en quien la padece?
Los factores desencadenantes pueden ser varios, pero principalmente en ocasiones se deben a una experiencia traumática en la infancia o la imitación. Cuando un niño experimenta miedo ante una situación puede que le cuesta afrontarla de nuevo. Surgen así efectos como la ansiedad, las pesadillas o evitación. “Si bien los niños tienen miedos que son evolutivos, es decir, que son normales a una edad y que desaparecen conforme crecen”, aclara la especialista. Por otro lado, ese recelo puede surgir debido a que a su alrededor existan personas que tienen pánico ante algo.
Y, ¿qué provoca en el paciente? La principal reacción ante el miedo es la evitación. Buscar de cualquier forma evitar enfrentarse a ese objeto, situación o sujeto. Un hecho que altera la normalidad del día a día en todos los ámbitos (social, laboral, familiar…). “Las personas que padecen alguna fobia describen la situación o estímulo fóbico con mucha angustia y malestar”, reconoce la Dra. Maestro y añade que “dicha conducta evitativa no es controlable a priori por la persona, sino todo lo contrario”. Además, pueden sufrir síntomas fisiológicos como la ansiedad, palpitaciones o irritabilidad, entre otros.
Afrontarlo, la opción más positiva
Mientras que la primera respuesta ante un estímulo fóbico es evitarlo, una de las terapias que mejor funcionan para superarlo es la de exposición. Así lo apunta la Dra. Maestro. El paciente se va enfrentando poco a poco y de forma controlado a ese estímulo para que vaya habituándose a él y lo afronte con mayor normalidad.
“En la consulta, antes de iniciar dicha terapia realizamos con el paciente una jerarquía que consiste en pensar situaciones que le generan ansiedad respecto al estímulo fóbico, y ordenarlas de menor a mayor ansiedad. A continuación, le exponemos a la situación que le genere menos ansiedad, cuando se supera pasamos a la siguiente y así hasta llegar a la última. No puede irse de la situación hasta que la ansiedad/miedo haya desaparecido o disminuido significativamente”, explica. En ocasiones, puede contar con la ayuda de una tercera persona que le genere confianza.
La fobia es algo irracional, el propio paciente es consciente de ello pese a que no pueda evitar reaccionar de esa forma. Pero si se acude al especialista y se siguen sus recomendaciones es posible llegar a superarla.