La importancia de la sospecha en los trastornos de la conducta alimentaria
Estamos asistiendo a un incremento progresivo de los Trastornos de la Conducta Alimentaria. La influencia de la moda, la delgadez como sinónimo de belleza, éxito y autocontrol; una cultura cada vez más competitiva y ambiciosa, o la importancia de los valores estéticos de la sociedad de hoy en día han sido algunas de las hipótesis que se plantean como causa de este incremento.
Lo cierto es que no existe una única razón que lo explique, ni siquiera encontrarla es lo más importante, lo que de verdad debe importarnos es: ¿qué podemos hacer como familia ante un problema de este tipo?
En primer lugar, hay que tener presente que estos problemas existen y afectan a familias como la nuestra o la de nuestros amigos. Es importante ser consciente de ello para no negar esta posibilidad ante la presencia de los primeros indicios. Restricciones espontáneas de ciertos alimentos, aumento del ejercicio físico, intentar comer solo o estar más triste o más irritable, pueden ser los primeros síntomas que hagan saltar la alarma.
Sin que esta idea nos obsesione, tenerlo presente puede ayudarnos a detectar y tratar el problema tan pronto como surja, lo que aumentará seguramente las probabilidades de éxito de la intervención.
Supongamos que ya lo tenemos presente e incluso hemos detectado un cambio que nos llama la atención en el comportamiento de algún familiar, ¿qué podemos hacer ahora?
Lo primero, y quizás lo más difícil, es no alarmarse y pedir ayuda profesional. Entender que nuestro rol como familia es clave, pero que en estos casos es necesaria la ayuda externa. En ocasiones la vergüenza o la culpa obstaculizan esa petición de ayuda, por eso es muy importante no tratar de buscar explicaciones ni responsables del problema.
Como veíamos al principio, no hay una causa única, ni mucho menos un culpable. Probablemente sea resultado de una serie de circunstancias que nunca llegaremos a ser capaces de conocer, por eso es mucho más positivo mirar hacia adelante, hacia lo que tenemos que hacer a partir de ahora.
Sin embargo, evitar culpabilizarnos del problema no significa que no tengamos que asumir la responsabilidad de orientar al paciente hacia la ayuda y acompañarle en el proceso de cambio.
Las propias características de estos trastornos hacen que aquellos que los padecen no sean conscientes de la gravedad de la situación, ni de la necesidad de tratamiento. Por este motivo es muy importante que en dicha situación, como en tantas otras, las familias sean la guía que les marque el camino a seguir. Ese camino puede ser largo y en ocasiones la evolución es fluctuante.
Podrá haber momentos de aparente remisión de síntomas en los que todo parece ir bien y hacen que nos confiemos y entonces, vuelven a aparecer la preocupación, el malhumor, la pérdida de peso…Y esto, inevitablemente, repercute en las relaciones familiares.
Por eso, lo más importante durante el tratamiento es mantener una actitud de cercanía y afecto, pero con cierta distancia, estar ahí pero sin sobreimplicarse. Deberíamos tratar de mantener la paciencia sin querer cambiar las cosas deprisa, sin querer hacer de terapeutas, sabiendo hasta dónde llega nuestro rol como familia.
Ejercer ese papel de padres sin dudar, porque es el nuestro, porque probablemente sea el más importante y, sobre todo, porque si no lo hacemos nosotros no lo va a hacer nadie. Y si aún no hemos encontrado el más mínimo indicio de trastornos de la conducta alimentaria en vuestra familia, siempre cabe pensar en la prevención.
Algunas de las medidas que se proponen como preventivas de estos trastornos están relacionadas con fomentar hábitos de vida saludables: adecuada alimentación, actividad física moderada…, otras indicaciones destacan la importancia de reforzar la autoestima y autonomía en el desarrollo personal y enseñar a afrontar los conflictos. Todo esto sin olvidarnos de que tan importante como prevenir es reaccionar ante la primera sospecha.
Unidad de Diagnóstico y Terapia Familiar. Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica. Clínica Universidad de Navarra
Artículo publicado en la revista Hacer Familia. Diciembre 2013.