Los niños pueden sufrir depresión?
Los niños, en ocasiones, pueden presentar un menor rendimiento académico, debido a una falta de atención y de interés que les hace dejar de esforzarse.
Estos síntomas son comunes a otras circunstancias no relacionadas con la depresión, si bien la alarma debe dispararse cuando se produce un cambio de conducta —no necesariamente muy brusco— respecto a su estado normal.
A lo largo de unas semanas un niño con depresión empieza a estar muy cansado, con problemas físicos, o expresa ideas que connotan una autoestima muy baja.
Alteraciones físicas, problemas para dormir, cambios en el apetito —tanto a menos como a más—, y un estado de humor triste, irritable o de desinterés (falta de satisfacción ante cosas que antes les gustaban) son algunos de los principales rasgos depresivos en menores.
“Otra señal de alerta es cuando el niño deja de salir con compañeros y se pasa mucho tiempo en casa sin hacer nada, con sensación de apatía”, describe. En definitiva, son chavales que presentan un humor alterado, mantenido y prolongado en el tiempo, con falta de energía, desgana y con ideas negativas sobre ellos mismos.
Según indican los especialistas, se trata de una enfermedad psiquiátrica bastante frecuente en niños y adolescentes. “Actualmente se calcula que entre un 0,4 al 2,5% de los niños y hasta un 8% de los adolescentes presenta síntomas depresivos que interfieren con su día a día”, indica. Sin embargo, menos de la mitad reciben un tratamiento adecuado ya que, según muestran los estudios, en muchos casos los padres subestiman la intensidad de la depresión de sus hijos.
A pesar de que la causa aún es desconocida, se sabe que tiene un fuerte origen biológico. Los genes que heredamos de nuestros padres y que están influenciados por las experiencias que tenemos en nuestra vida (o cómo percibimos los acontecimientos vitales estresantes) pueden predisponernos a padecer depresión. Los pequeños que sufren un fuerte estrés o que tienen una pérdida significativa en la familia; o niños con problemas serios de atención, del aprendizaje, de la conducta, ansiedad y con fracaso académico tienen más riesgo de sufrir depresión.
El especialista indica que hay que tener en cuenta también otros problemas como abuso de sustancias (alcohol o marihuana, por ejemplo) con frecuencia acompañan o preceden a esta enfermedad. Una historia de depresión en familiares cercanos (aunque haya sido hace tiempo o el familiar no conviva con el niño) es un riesgo genético para que el niño también la sufra.
Hay varios tipos de trastornos del humor que pueden afectarles, como la depresión mayor, la distimia (un estado de depresión menos intensa pero de larga duración), y la llamada enfermedad bipolar o maníaco-depresiva. La depresión mayor es el trastorno en el que concurren muchos de los síntomas descritos durante un período de tiempo prolongado, que causan un impacto en la vida del niño y que no tiene una causa médica como anemia, alteraciones del tiroides o infecciones. La depresión menor es un estado que presenta algunos de estos síntomas, pero que aun así causa problemas.
Además, es necesario saber que los síntomas no suelen ser como los de los adultos; en ellos se manifiesta principalmente mediante tristeza. “En menores, algunos niños presentan hastío o aburrimiento, falta de interés o irritabilidad, síntomas que a veces confunden el diagnóstico con alteraciones conductuales, relacionadas con la adolescencia. El niño puede tener humor triste o irritable, falta de concentración, de interés por las cosas que antes le gustaban, cansancio, agitación psicomotriz, alteración en el apetito y en el sueño, ideas negativas sobre sí mismo, de culpa, e incluso, de suicidio. “Es fundamental que los padres conozcan los síntomas de la depresión infantil, que sepan que no es culpa suya, y que se trata de una enfermedad que tiene un tratamiento muy eficaz. No sabemos la causa, pero sí cómo tratarla y que el niño vuelva a ser como antes”, asegura.