DICCIONARIO MÉDICO

Eccema atópico

¿Qué es el eccema atópico?

El eccema atópico, también conocido como dermatitis atópica, es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel caracterizada por enrojecimiento, sequedad, prurito intenso y lesiones recurrentes. Se trata de una patología multifactorial asociada a una disfunción de la barrera cutánea y a una respuesta inmunológica hiperactiva. Este tipo de eccema afecta principalmente a niños, aunque también puede presentarse en adultos, y es frecuente en personas con antecedentes personales o familiares de enfermedades atópicas, como rinitis alérgica, asma o alergias alimentarias. El eccema atópico no es una enfermedad contagiosa, pero puede afectar significativamente la calidad de vida debido a sus síntomas persistentes y su impacto emocional.

Epidemiología del eccema atópico

El eccema atópico es una de las enfermedades cutáneas más prevalentes a nivel mundial, con una incidencia especialmente alta en niños. Se estima que afecta entre el 10% y el 20% de los niños y entre el 1% y el 3% de los adultos en los países desarrollados. Su aparición suele ocurrir antes de los cinco años, y aproximadamente el 60% de los casos comienzan en el primer año de vida. Aunque algunos pacientes experimentan una resolución espontánea de los síntomas en la adolescencia, otros pueden continuar con episodios recurrentes a lo largo de la vida.

Etiopatogenia del eccema atópico

El desarrollo del eccema atópico implica una interacción compleja entre factores genéticos, inmunológicos y ambientales. Entre los principales mecanismos implicados se encuentran:

  • Alteración de la barrera cutánea: Una barrera cutánea defectuosa facilita la pérdida de agua transepidérmica y la entrada de alérgenos, irritantes y microorganismos. Las mutaciones en el gen de la filagrina (FLG), una proteína clave en la formación de la barrera epidérmica, están fuertemente asociadas con el eccema atópico.
  • Respuesta inmune anómala: El eccema atópico se asocia con una activación excesiva de los linfocitos T tipo 2 (Th2), lo que resulta en la producción de citocinas inflamatorias como la IL-4, IL-5 e IL-13. Este desequilibrio inmunológico contribuye a la inflamación crónica y al prurito.
  • Factores genéticos: La herencia desempeña un papel importante en la susceptibilidad al eccema atópico. Los antecedentes familiares de dermatitis atópica, asma o rinitis alérgica aumentan significativamente el riesgo de desarrollar la enfermedad.
  • Microbioma cutáneo alterado: En pacientes con eccema atópico, se observa una proliferación excesiva de Staphylococcus aureus, que exacerba la inflamación y las lesiones cutáneas.

Manifestaciones clínicas del eccema atópico

El eccema atópico presenta un espectro clínico diverso que varía según la edad del paciente y la fase de la enfermedad. Los síntomas más comunes incluyen:

  • Prurito intenso: Es el síntoma más característico y puede ser severo, especialmente por la noche, lo que interfiere con el sueño y la calidad de vida.
  • Sequedad cutánea: La piel tiende a ser seca, áspera y propensa a la descamación.
  • Eritema y edema: Las áreas afectadas presentan enrojecimiento y, en ocasiones, hinchazón.
  • Lesiones eccematosas: En la fase aguda, las lesiones pueden ser vesiculosas y exudativas. En la fase crónica, se observan áreas de liquenificación, engrosamiento de la piel y fisuras.

La distribución de las lesiones varía según la edad:

  • En lactantes, las lesiones suelen afectar las mejillas, el cuero cabelludo y las superficies extensoras de las extremidades.
  • En niños mayores y adultos, las áreas de flexión, como los codos y las rodillas, son las más afectadas.

Diagnóstico del eccema atópico

El diagnóstico del eccema atópico es clínico y se basa en los criterios diagnósticos establecidos, como los criterios de Hanifin y Rajka, que incluyen:

  • Criterios mayores: Prurito, morfología típica de las lesiones, curso crónico y antecedentes personales o familiares de atopia.
  • Criterios menores: Sequedad cutánea, queratosis pilaris, dermatitis de manos, tendencia a infecciones cutáneas recurrentes, entre otros.

En casos específicos, se pueden realizar pruebas complementarias:

  • Pruebas de IgE sérica: Para evaluar la sensibilización alérgica.
  • Pruebas cutáneas de alergia: Útiles para identificar alérgenos desencadenantes.
  • Biopsia de piel: Indicada en casos atípicos para descartar otras enfermedades dermatológicas.

Tratamiento del eccema atópico

El manejo del eccema atópico tiene como objetivo reducir la inflamación, aliviar los síntomas y prevenir recaídas. El tratamiento incluye medidas generales y farmacológicas, ajustadas a la severidad de la enfermedad.

Medidas generales

  • Hidratación de la piel: Es fundamental aplicar emolientes regularmente para restaurar la barrera cutánea y prevenir la sequedad.
  • Evitar desencadenantes: Identificar y minimizar la exposición a factores que empeoren los síntomas, como alérgenos, irritantes y cambios climáticos extremos.
  • Ropa adecuada: Usar prendas de algodón y evitar tejidos sintéticos o de lana que puedan irritar la piel.

Tratamientos tópicos

  • Corticoides tópicos: Son el pilar del tratamiento para controlar la inflamación en brotes agudos. Su potencia debe ser ajustada según la localización y la severidad de las lesiones.
  • Inhibidores de calcineurina: Como tacrolimus y pimecrolimus, indicados para áreas sensibles como la cara y el cuello.
  • Antibióticos tópicos: En casos de infecciones secundarias, como impétigo.

Tratamientos sistémicos

  • Antihistamínicos: Para aliviar el prurito severo, aunque su eficacia es limitada.
  • Corticoides sistémicos: En brotes severos y refractarios, aunque su uso debe ser limitado por los efectos secundarios a largo plazo.
  • Inmunosupresores: Como ciclosporina, metotrexato o azatioprina, reservados para casos severos y crónicos.
  • Terapias biológicas: Dupilumab, un anticuerpo monoclonal dirigido contra las vías de IL-4 e IL-13, ha demostrado ser efectivo en dermatitis atópica moderada a severa.

Terapias no farmacológicas

  • Fototerapia: La exposición controlada a luz ultravioleta (UVB o UVA) puede ser útil en casos crónicos.
  • Educación del paciente: Es crucial para mejorar la adherencia al tratamiento y el manejo adecuado de la enfermedad.

Prevención del eccema atópico

Aunque no se puede prevenir completamente, ciertas medidas pueden reducir el riesgo de exacerbaciones:

  • Aplicar emolientes desde los primeros meses de vida en niños con alto riesgo de desarrollar eccema atópico.
  • Mantener un ambiente doméstico limpio y libre de alérgenos como ácaros del polvo.
  • Evitar productos de higiene agresivos y optar por limpiadores suaves e hipoalergénicos.
  • Promover hábitos saludables, como una dieta equilibrada y técnicas de manejo del estrés.

Impacto del eccema atópico en la calidad de vida

El eccema atópico no solo afecta la piel, sino también la salud mental y emocional del paciente. El prurito crónico, las lesiones visibles y las limitaciones en actividades diarias pueden provocar ansiedad, depresión y trastornos del sueño. En niños, puede afectar su rendimiento escolar y sus interacciones sociales. Por ello, un enfoque integral que aborde tanto los aspectos físicos como psicológicos es esencial para mejorar la calidad de vida de los pacientes.

© Clínica Universidad de Navarra 2023

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