DICCIONARIO MÉDICO
Osteoporosis senil
La osteoporosis senil, también conocida como osteoporosis tipo II, es una enfermedad esquelética caracterizada por una disminución progresiva de la densidad ósea y un deterioro en la microarquitectura del tejido óseo, lo que incrementa la fragilidad de los huesos y, por ende, el riesgo de fracturas. Esta condición afecta predominantemente a personas mayores de 65 años, siendo más común en mujeres que en hombres debido a diferencias en la densidad ósea pico y a la pérdida ósea acelerada asociada con la menopausia. Sin embargo, la osteoporosis senil no se limita exclusivamente al sexo femenino, ya que los hombres también experimentan una disminución gradual en la densidad ósea como parte del proceso de envejecimiento. La fisiopatología de la osteoporosis senil se entiende mejor considerando el equilibrio entre la formación y la resorción ósea, procesos que se vuelven disfuncionales con la edad. En individuos jóvenes y sanos, estos procesos están bien equilibrados, manteniendo la masa ósea relativamente constante. No obstante, con el envejecimiento, la capacidad de los osteoblastos para formar nuevo hueso disminuye, mientras que la actividad de los osteoclastos, responsables de la resorción ósea, puede permanecer igual o incluso aumentar. Este desbalance conduce a una pérdida neta de tejido óseo, resultando en huesos más delgados, más porosos y, en última instancia, más propensos a fracturarse. Factores de riesgo adicionales para la osteoporosis senil incluyen deficiencias nutricionales, particularmente de calcio y vitamina D, sedentarismo, tabaquismo, consumo excesivo de alcohol, y el uso de ciertos medicamentos que pueden afectar el metabolismo óseo, como glucocorticoides y anticonvulsivantes. La contribución de estos factores al desarrollo de la osteoporosis senil subraya la importancia de un enfoque preventivo centrado en la modificación del estilo de vida y la evaluación del riesgo farmacológico en la población anciana. Clínicamente, la osteoporosis senil a menudo permanece asintomática hasta que se produce una fractura, siendo las más comunes las fracturas vertebrales, de cadera y de muñeca. Estas fracturas pueden tener consecuencias devastadoras para los ancianos, incluyendo dolor crónico, discapacidad, pérdida de independencia y un aumento significativo en la mortalidad. Por tanto, la detección temprana y el tratamiento son cruciales para prevenir estas complicaciones. El diagnóstico de la osteoporosis senil se basa principalmente en la medición de la densidad mineral ósea (DMO) mediante densitometría ósea. Los resultados se comparan con los de una población de referencia joven y saludable (T-score), permitiendo clasificar la DMO en normal, osteopenia o osteoporosis. Además, la evaluación clínica debe incluir un análisis detallado de la historia médica, un examen físico y, en algunos casos, estudios de laboratorio para descartar causas secundarias de osteoporosis. El manejo de la osteoporosis senil implica tanto la prevención como el tratamiento de las fracturas. Las estrategias preventivas incluyen la suplementación adecuada de calcio y vitamina D, la promoción de un estilo de vida activo con ejercicios de resistencia y equilibrio para fortalecer los músculos y mejorar la coordinación, y la modificación de factores de riesgo modificables, como dejar de fumar y reducir el consumo de alcohol. En cuanto al tratamiento farmacológico, se dispone de varias opciones, incluyendo bisfosfonatos, moduladores selectivos del receptor de estrógeno, análogos del parathormona y denosumab, los cuales han demostrado ser efectivos en la reducción del riesgo de fracturas en pacientes con osteoporosis. © Clínica Universidad de Navarra 2023¿Qué es la osteoporosis senil?
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