DICCIONARIO MÉDICO
Rayos infrarrojos
Los rayos infrarrojos es una forma de energía radiante invisible al ojo humano, que forma parte del espectro electromagnético y se sitúa entre la luz visible y las microondas. Esta radiación tiene longitudes de onda más largas que la luz roja, de aproximadamente 700 nanómetros (nm) a 1 milímetro (mm), y se subdivide en infrarrojo cercano (700 nm - 1.4 µm), infrarrojo medio (1.4 µm - 3 µm) e infrarrojo lejano (3 µm - 1 mm). Los rayos infrarrojos son emitidos por cualquier objeto que tenga temperatura, incluyendo el cuerpo humano, lo que los convierte en una herramienta valiosa en múltiples aplicaciones médicas. En la medicina moderna, los rayos infrarrojos son utilizados en una variedad de diagnósticos y tratamientos. La termografía infrarroja, por ejemplo, es una técnica no invasiva que utiliza cámaras sensibles a esta radiación para detectar y medir la distribución de la temperatura en la superficie del cuerpo. Las imágenes termográficas pueden ayudar en el diagnóstico de condiciones como inflamaciones, disfunciones neurales o vasculares, y lesiones musculoesqueléticas. Al observar el patrón de calor, los médicos pueden identificar áreas de anormalidad que requieran mayor atención o seguimiento. Otro uso importante de la radiación infrarroja en medicina es la terapia de calor, también conocida como termoterapia. Esta técnica aprovecha el calor generado por los infrarrojos para mejorar la circulación, relajar los músculos y aliviar el dolor. La termoterapia se ha empleado con éxito en el tratamiento de afecciones como la artritis, la tensión muscular, las lesiones deportivas y en procesos de rehabilitación física. El calor profundo que proporcionan los infrarrojos penetra bajo la superficie de la piel, promoviendo un aumento en la extensibilidad de los tejidos colágenos, la disminución de la rigidez articular, la reducción de espasmos musculares y el alivio del dolor. En el campo de la Dermatología, los rayos infrarrojos se utilizan en procedimientos cosméticos y terapéuticos. Aunque menos intensos que la luz ultravioleta, deben utilizarse con precaución para evitar quemaduras y deshidratación de la piel. Los efectos térmicos inducidos por la radiación infrarroja pueden estimular la circulación sanguínea y fomentar la regeneración de la piel, así como contribuir en tratamientos de lesiones cutáneas y la mejora de la apariencia de cicatrices. La capacidad de los rayos infrarrojos para penetrar en los tejidos también se aprovecha en la técnica de la fotocoagulación. Esta se emplea, por ejemplo, en el tratamiento de ciertos tipos de retinopatías, donde los infrarrojos aplicados a través de un láser pueden ayudar a sellar vasos sanguíneos anormales o a reparar desgarros en la retina, previniendo así la pérdida de visión. La tecnología infrarroja también se ha aplicado en la monitorización no invasiva, como en la oximetría de pulso, donde sensores infrarrojos pasan a través de una parte del cuerpo, como un dedo o un lóbulo de la oreja, para medir la saturación de oxígeno en la sangre. Esto es crucial en situaciones de emergencia, cuidados críticos y durante procedimientos quirúrgicos para asegurar que los tejidos del paciente estén recibiendo suficiente oxígeno. En Oncología, los avances en la terapia fotodinámica presentan otro ámbito de aplicación de los rayos infrarrojos. En este tratamiento, los infrarrojos activan ciertos medicamentos, conocidos como fotosensibilizadores, que se acumulan preferentemente en las células cancerosas. Al activarse, estas sustancias producen una forma de oxígeno que puede destruir las células cancerosas, bloquear los vasos sanguíneos que alimentan el tumor o activar el sistema inmunológico contra el cáncer. © Clínica Universidad de Navarra 2023¿Qué son los rayos infrarrojos?
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