Mieloma múltiple
Historia de Ana María
En 2003 le diagnosticaron mieloma múltiple (enfermedad maligna de la médula ósea) en estado avanzado.
Ana María S. (Oporto, 1954) insiste en que “es necesario agarrarse a algo, por muy pequeño que sea, para seguir manteniendo la esperanza. Porque mantener la esperanza es fundamental”. Y lo dice desde un profundo conocimiento de causa. Hace cinco años, esta paciente de la Clínica Universitaria de Navarra, de forma casual, fue diagnosticada en Oporto, su ciudad de residencia, de un mieloma (enfermedad maligna de la médula ósea) en estado muy avanzado.
La situación de Ana María se complicó todavía más cuando el tratamiento de quimioterapia habitual para casos como el suyo no fue todo lo efectivo que se esperaba. Los médicos se vieron entonces obligados a cambiarle todo el procedimiento terapéutico..
Ante tal situación, los pilares que le mantuvieron en pie fueron tres: “Dios, los médicos y el personal de la Clínica Universidad de Navarra y mi familia”, subraya la paciente. Hasta octubre de 2003, la vida de Ana María había transcurrido como la de cualquier otra persona. Aquel mes acudió en Oporto a su médico del Banco Millennium BCP, donde trabajaba, para hacerle una consulta sobre la medicación que le habían prescrito a su madre para la gripe. Dado que hacía tiempo que no se había sometido a una revisión de empresa, el facultativo le dio fecha para efectuarle un chequeo.
Una revisón rutinaria
De aquel examen rutinario resultó inicialmente que Ana María sufría una anemia severa. “Lo cierto es que llevaba tiempo sintiéndome muy cansada y anímicamente más baja. Pero seguía haciendo una vida normal. Desde siempre, caminaba mucho y había notado que en las cuestas tenía que pararme”, recuerda. El médico le prescribió complementos de hierro y mandó repetir la analítica. Como consecuencia del segundo análisis le diagnosticaron una enfermedad maligna de la médula ósea.
“Pregunté si se trataba de leucemia y mi médico de empresa me dijo que no, que parecía que era un mieloma”, apunta. El mieloma es un cáncer de médula ósea que provoca que las células plasmáticas proliferen de forma anormal. Este tipo de células pertenecen a la sangre y son las encargadas de producir anticuerpos (inmunoglobulinas). Su producción descontrolada interfiere en la producción de los glóbulos rojos, blancos y de plaquetas. Uno de sus principales síntomas es la anemia. El facultativo portugués le aconsejó entonces a Ana María que acudiera a uno de los centros médicos que cubría el seguro médico del banco, entre los que se encontraba la Clínica Universitaria de Navarra.
¿Por qué se decidió por la Clínica Universidad de Navarra, teniendo otros centros portugueses especializados en Oncología?
Elegí la Clínica porque tenía muy buenas referencias de otros colegas del banco que habían sido tratados en ella, también con problemas oncológicos. Además, mi hijo me animó y se mostró dispuesto a acompañarme. Así que decidimos ir allí. El médico del banco nos dijo que pidiéramos cita, que en unos ocho días nos atenderían. A los dos días acudíamos a la primera consulta en la Clínica Universidad de Navarra.
Una vez en la Clínica le hicieron una biopsia y le repitieron algunas pruebas y analíticas que vinieron a confirmar el diagnóstico de mieloma
Los primeros estudios que me hicieron corroboraron la enfermedad. Después, fue el doctor Prósper, de la Clínica, quien me informó de la gravedad y del estado avanzado de la enfermedad. Me dijo que tenía un 90% de la médula afectada.
Al comunicarle el diagnóstico definitivo de mieloma múltiple, ¿cómo reaccionó?
Mi médico del banco ya me había advertido. Después vine a España, a la Clínica, y me confirmaron el diagnóstico. Lo cierto es que, a pesar de los momentos malos, nunca perdí la esperanza. Después de hacerme todas las pruebas necesarias los médicos de la Clínica me dijeron que siguiendo los tratamientos podría llegar a convertirse en una enfermedad crónica.
Pero su caso se complicó más de lo esperado.
La quimioterapia que me prescribieron inicialmente no surtió el efecto esperado. Además, antes de empezar el segundo ciclo de quimioterapia, contraje una neumonía. Estaba en Portugal y tenía las defensas muy bajas y una fiebre muy elevada. Me ingresaron en un hospital, donde pasé la Navidad de 2003. Fueron días muy dolorosos. Los doctores de la Clínica Universitaria me dijeron que la quimioterapia estaba resultando demasiado fuerte para mí. Por eso en enero volví a Pamplona, donde terminé de curar la neumonía, de la que todavía no me había recuperado. Entonces me cambiaron el tratamiento de quimioterapia a una más suave.
Sin embargo, en esta ocasión la enfermedad tampoco reaccionó a esta nueva quimioterapia.
Volví a principios de marzo a una nueva tanda de quimioterapia. Pero el doctor Prósper me dijo que no estaba haciendo los efectos que debía. Un mes después me sometí a un autotrasplante de médula ósea. Me costó mucho porque estaba muy baja física y anímicamente y debía permanecer un tiempo bastante aislada. Y, por fin, su organismo comenzó a reaccionar favorablemente. Una vez que me recuperé del autotrasplante, empecé a pasear con mi hijo. Entonces comenzó a tratarme el doctor Rifón, quien, un mes después del trasplante, me comunicó que mi médula había empezado a regenerarse. Ver a los médicos contentos me ayudó a tener fuerzas. Volvimos entonces a Portugal.
La siguiente revisión la tuvo en junio, dos meses más tarde.
En la siguiente revisión, el doctor Rifón me dijo que la médula se había regenerado un poco, pero que la enfermedad continuaba avanzando a pesar del autotrasplante de médula. Los médicos me dijeron que tenían que buscar otro tratamiento de quimioterapia distinto. Así que comencé con un nuevo tratamiento con un quimiofármaco llamado Velcade, con el que estuve desde octubre de 2004 hasta abril de 2005, fecha en la que me sometí a un segundo autotrasplante.
Tras tanto disgusto, ¿cuándo comenzó a recibir buenas noticias?
Gracias al medicamento, a los médicos y a Dios, finalmente pudieron confirmarme que el Velcade sí me estaba haciendo efecto. Pero me dijeron que a pesar de todo debía hacerme el segundo autotrasplante.
Tenía tan mal recuerdo del anterior que al principio no quería. Pero los doctores me dijeron que en ese intervalo de tiempo el protocolo del trasplante de médula ósea había cambiado mucho, los acompañantes ya podían entrar en la habitación y tampoco me veía obligada a alimentarme mediante sonda. La verdad es que el segundo autotrasplante fue mucho más llevadero y mi estado físico era mejor. En esta ocasión me acompañó mi marido.
¿Cuándo se estabilizó con la medicación?
En agosto de 2006 volví para una revisión y el doctor Rifón me dijo que la analítica iba bien y que ya no necesitaba seguir con el Velcade. Comencé entonces a tomar otra medicación, talidomida, muy eficaz en el tratamiento del mieloma.
Ahora que los fármacos ya hacen su efecto y que la médula se ha regenerado, ¿cómo se siente?
Me siento tranquila. La afectación de la médula ósea ha continuado bajando. En una consulta que tuve el año pasado con el doctor Rifón me mostró unos gráficos que quería presentar en un congreso médico sobre mi caso para describir la evolución del efecto del tratamiento con Velcade y con Talidomida.
¿En qué le ha cambiado la enfermedad su vida?
Totalmente. Veo las cosas de forma distinta. Las personas nos preocupamos de cuestiones insignificantes. Tenemos que darnos cuenta de que debemos ayudarnos y no preocuparnos de cosas sin importancia.
¿Qué es lo que le ha ayudado a resistir?
Fundamentalmente mi familia y los médicos de la Clínica. Además, en Portugal comencé a pintar a raíz de un grupo de actividades que se formó para trabajadores del banco. Con el tiempo, la pintura me ha dado calma y un placer muy grande.
¿Cómo mira ahora al futuro?
Ahora que he conseguido controlar la enfermedad, me gustaría ayudar a personas que están pasando por una experiencia como la mía. Que no pierdan la esperanza. Que descubran qué les hace feliz y se aferren a ello. Yo me he volcado en cuidar a mis hijos, a mi madre y a mi marido y continúo luchando por ellos y por mí.
Ofrece una visión muy optimista de la enfermedad.
Es cierto. Es que para mí ha sido el principio de una nueva vida a mejor, que me ha llevado a ayudar más, a prestarme más a los demás. A otras personas les aconsejaría que si se ven en una situación similar tengan mucha fuerza y que no se desanimen.
El apoyo familiar parece fundamental para superar un trance así.
Sí, es fundamental. Yo tengo la suerte de que tanto mis hijos como mi marido me han apoyado mucho y, a pesar de los malos momentos que hemos pasado, puedo decir que la familia ha salido fortalecida. Ahora vivo con la ilusión de tener un nieto.