Tumor de cuello de útero
Historia de Begoña
Begoña R., paciente de Oncología, subraya la importancia de tener confianza en los médicos para superar la enfermedad.
No era la primera vez que se enfrentaba a un diagnóstico grave. A los 21 años, Begoña R., enfermera de profesión, resultó víctima de un trágico accidente de tren. Como consecuencia tuvo que asimilar una parálisis que desde entonces le hace depender de una silla de ruedas.
Pero el carácter templado de Begoña R. se puso a prueba, de nuevo, hace 6 años, cuando le comunicaron otro importante problema de salud. Tras una revisión ginecológica rutinaria en Alicante, localidad en la que reside, le advirtieron de la presencia de un tumor en el cuello del útero. “Confiaba en que iba a ser un error, pero no fue así”, admite esta enfermera. Su experiencia anterior como paciente en la Clínica le hizo no dudar en regresar a Pamplona para iniciar el tratamiento.
“Conocía la Clínica desde hace mucho tiempo. Primero por proximidad, ya que soy de Bilbao, y además porque fui tratada hace muchos años como paciente de Urología por el doctor Berián, debido a las secuelas del accidente que tuve. Mi experiencia en aquella ocasión fue tan buena que cuando me diagnosticaron el tumor en el cuello del útero reuní a mi familia y les dije que pensaba acudir a la Clínica Universidad de Navarra para que me trataran. Así lo hice y a todo el mundo que me pregunta le cuento el trato exquisito que me dispensaron”.
Una vez en la Clínica, le confirmaron el temido diagnóstico.
Confiaba en que iba a ser un error, pero no fue así. En la Clínica me vio el doctor López el lunes 12 de febrero de hace 6 años y ese mismo día me habían hecho todas las pruebas necesarias. Tres días más tarde me confirmaron el diagnóstico. Efectivamente, tenía un carcinoma de cuello de útero. A pesar de todo, tuve mucha suerte porque estaba muy localizado, no tenía ramificaciones ni extensiones en ningún otro órgano.
Ante la primera noticia del diagnóstico ¿cómo reaccionó?
Reaccioné bien. Me la dieron en Alicante y enseguida pensé que era un problema que lo tenía que afrontar yo. A mi alrededor, todo el mundo estaba más preocupado que yo. Pero les decía que no se inquietasen, que iba a poder con la enfermedad.
La reacción de los médicos en Pamplona, ¿le fue de alguna ayuda?
Todos me ayudaron muchísimo, en especial el doctor Martínez Monge, el doctor López, la doctora Santisteban, enfermeras del hospital de día, las de radioterapia.., todos en general. Yo les decía que estaba convencida de que estaba en las mejores manos.
Ese grado de confianza tendrá su importancia a la hora de encarar la enfermedad.
Ante una experiencia así resulta muy importante pensar o sentir que estás en las mejores manos. Con una confianza total en los médicos, a mí sólo me quedaba poner todo lo que estaba de mi parte y creer que la Providencia estaba conmigo. De esta forma, en ningún momento dudé que iba a salir adelante. La doctora Santisteban que fue la que me trató en la quimioterapia, me dio muchísima confianza. Siempre me decía, ‘tranquila que esto se va a curar’.
Ante un cáncer la dificultad no sólo estriba en asimilar el diagnóstico, sino también en afrontar la dureza de algunos de los tratamientos.
Cuando me confirmaron el diagnóstico me dijeron que empezaba enseguida con el tratamiento, que iba a consistir en 25 sesiones de radioterapia, 6 de quimioterapia y 5 más de braquiterapia. Me dijeron que, si todo iba bien, a mitad del ciclo me harían una revisión y si iba bien continuaríamos con la terapia prescrita y que si no tendrían que hacerme una histerectomía, extirparme el útero, y después continuar con el tratamiento.
¿Y cómo reaccionó a la terapia inicial?
Tuve muchísima suerte. Considero que soy una privilegiada porque para la primera sesión de braquiterapia el tumor ya había disminuido gracias a la quimioterapia y a la radioterapia que me habían administrado hasta entonces. Para la segunda sesión de braquiterapia, el tumor se había reducido hasta un centímetro y en la última sesión ya no se observaba tumor, aunque me la dieron para que terminaran de desaparecer las últimas células tumorales, si es que quedaban.
Finalizada toda la terapia ¿cuál es el procedimiento que debe seguir ahora?
El año pasado me dieron el alta provisional. Es provisional porque tengo que seguir viniendo a revisiones una vez al año para controlar que no se vuelva a reproducir.
De su experiencia ¿qué le podría transmitir a una persona que le acaben de informar de que tiene cáncer?
Lo primero que le diría es que se lo tome con paciencia y, sobre todo, que se apoye mucho en la familia. En estos casos la familia es fundamental. También le aconsejaría que vea la vida desde un punto de vista optimista. Sé que al principio es difícil, pero quiero decir que de las circunstancias más difíciles de la vida siempre se pueden obtener conclusiones positivas. Si uno es positivo y consigue observar las cosas desde un punto de vista optimista, todo evoluciona de forma mucho más favorable. Si uno es negativo y cae en la tristeza, el rumbo que toman las cosas también es peor.
Supongo que inicialmente resultará difícil encauzar ese optimismo y será importante poderse desahogar.
A quienes pasen por un trance similar, les aconsejo que lloren las veces que necesiten llorar, no importa quién esté delante porque sea quien sea, lo va a entender. Y además, en estos casos, llorar es muy buena terapia, relaja muchísimo.
¿Llegó en algún momento a pensar en tirar la toalla?
Hay que evitar pensar que esto es el fin. La verdad es que es algo que no llegué a pensar nunca. Por eso es importantísimo seguir al pie de la letra lo que indiquen los médicos y pensar siempre que uno está en las mejores manos.