Cirugía del Parkinson
Historia de Josetxo
Bilbaíno de 68 años y vecino de Pamplona, se sometió a una cirugía de Parkinson que le ha devuelto la calidad de vida.
Josetxo apenas podía sostener una taza de café. Sus manos temblaban cada vez más. La enfermedad de Parkinson estaba haciendo tambalear su vida. Incluso estuvo a punto de ocasionarle un accidente de tráfico por la somnolencia derivada de la enfermedad. A pesar de que conseguía controlar algunos síntomas con la medicación, a sus 67 años, Josetxo Zalba sintió que tenía que haber alguna opción terapéutica que le permitiera retomar el control de su vida. “Uno no se puede contentar con que le digan en un primer momento que tienes Parkinson, es una enfermedad incurable y tienes que vivir toda la vida así. Tienes que pensar que tiene que haber algo...Yo me aferraba a que tenía que existir una solución”
Y la solución la tenía en sus manos el doctor Jorge Guridi, director del Departamento de Neurocirugía de la Clínica Universidad de Navarra, que le propuso una intervención quirúrgica, denominada estimulación cerebral profunda. El especialista le indicó que el tratamiento quirúrgico le iba a dejar sin temblor y sin el resto de trastornos que llevaban acompañándole los últimos once años. Pionero en la introducción en España de esta técnica, el doctor Guridi la ha aplicado ya en 500 enfermos de Parkinson, una cifra que lo convierte en uno de los neurocirujanos con más experiencia de España.
Ni las 6 horas de duración de la intervención quirúrgica ni cuando le dijeron que iba a permanecer despierto durante la misma. Nada le echó para atrás. Josetxo tenía tanta confianza en que todo iba a salir bien que incluso tuvo tiempo para reservar unas vacaciones en la playa para disfrutar junto a su mujer al término del procedimiento terapéutico.
Siete meses después, este comercial bilbaíno de 68 años nos recibe feliz en su ático de Pamplona en una mañana tan luminosa como su semblante: “Ahora estoy con ganas de todo, de lo que sea…En esta terraza vais a ver cómo puedo hacer todo: trabajos de jardinería, bricolaje… Y antes, soltar una bombilla y volverla a colocar, para mí era un suplicio”. Josetxo disfruta ahora de su vida junto a su mujer y con las visitas de sus 3 hijos y un recién llegado a la familia: su primer nieto de apenas un año.
¿Qué le llevo hasta la consulta de neurocirugía de la Clínica?
Cuando me diagnosticaron la enfermedad de Parkinson, se me cayó todo encima. Fui empeorando hasta que llegó un momento en el que sentía que tenía que hacer algo distinto a parte de la medicación. Veía que los fármacos eran algo temporal y no definitivo. Miré en internet y vi un programa en la televisión con los que me enteré de la posibilidad de la operación. Automáticamente, le planteé a la neuróloga de la Seguridad Social que yo quería operarme, que no quería llegar al final sin probar algo distinto, lo tenía bien claro. En la Seguridad Social no hacían esa operación pero sí en la Clínica Universidad de Navarra, en concreto, el doctor Guridi, al que conocí.
¿Qué le aconsejó el doctor Guridi?
Me hizo una entrevista y unos test de los que concluyó que era candidato para la operación. A partir de ahí empecé los contactos con él. Me tuvo un fin de semana ingresado en la Clínica sin medicación para ver cuál era mi nivel de enfermedad. Con ese nivel, me explicó en qué iba a consistir la operación. Yo estaba tan convencido de que iba a ir todo bien que me puse a reservar un apartamento en la playa para pasar unos días de vacaciones después de la operación porque sabía que iba a quedar todo perfecto. Y así fue.
¿En qué consistió la intervención quirúrgica?
La operación consistió en colocarme los electrodos en función de las dianas que han detectado los escáneres que me hicieron en la Clínica, que son los electrodos que tengo en la parte superior de la cabeza. Ésta es la señal, “estos cuernos”. La intervención es dura porque además estás despierto y dura unas 6 horas. Pero bueno, tenía que pasar mi desierto aguantando y sufriendo…
Lo habitual en las intervenciones quirúrgicas es no darse cuenta de lo que ocurre debido a los efectos de la anestesia general pero, en su caso, ¿cómo vivió la operación estando despierto?
Yo aguanto bastante bien el dolor y las situaciones desagradables. Estaba consciente, despierto, y fue un poco duro pero yo iba más pensando en el resultado que en lo que era la operación en sí. Y a los 7 días, nueva operación, ya dormido, para conectarme los electrodos y colocarme una pila para ajustar los impulsos del mal que yo tengo: el Parkinson. Es una pila subcutánea q tiene una duración de 9 años. Yo la cargo cada 15 días, pero no me molesta porque mientras la cargo puedo hacer otras cosas.
¿Notó una mejoría de la enfermedad tras las dos intervenciones?
Una vez que te han programado los impulsos es volver a ver el cielo porque cuando la médico de la Clínica me lo programó por primera vez, yo estaba temblando, temblor continuo, y desapareció el temblor. Así, hasta hoy. Fue instantáneo, es decir, pasé de estar temblando, a una posición normal.
¿Cómo era su vida antes de la operación?
Yo antes tomaba un café y no paraba de temblar, tenía que coger la taza con las dos manos para que no se derramara el café. El día a día era muy duro. Cuando no tenía el efecto de la medicación, no sabía dónde poner la mano porque estaba todo el rato ‘bailando’. Por ejemplo, en una reunión de trabajo era muy duro. Me costaba hacer las actividades de altura: levantar los brazos, por ejemplo. Soltar una lámpara y volverla a colocar, para mí era un suplicio. Ahora puedo hacer esas cosas, desatornillar, atornillar…puedo hacer lo que quiera.
¿Cuándo comenzó a notar los síntomas de la enfermedad?
Empecé hace once años con un temblor pequeño en el gemelo. Se me había quedado la pierna izquierda menos sensible y fue poco a poco agudizándose hasta que la situación se vuelve incomoda, desagradable. El problema es que tardé tiempo en recibir el diagnóstico oficial de Parkinson.
¿Por qué tardó en llegar el diagnóstico?
Porque es una enfermedad de ojo clínico. Lo mismo pueden pensar que es de otra cosa. Lo que delató el Parkinson fue la marcha, dos años después, cuando vieron que tenía problemas. Y, sobre todo, el gesto de mi cara, la expresión… no tenía expresividad, estaba como irritado y de mala uva pero yo no me daba cuenta.
Ahora lleva en su organismo unos electrodos y una pila, ¿cómo se siente con estos elementos externos incorporados a su cuerpo?
Yo noto cuando me toco en la cabeza que tengo aquí los electrodos porque me veo en el espejo. Pero los llevo como llevo mis orejas, con la única diferencia de que las orejas me dejan oír y los electrodos me quitan el temblor.
¿Qué diría a las personas que están padeciendo síntomas como los que usted tenía?
Les aconsejo ciegamente que se pongan en contacto con su neurólogo para que contemplen esa posibilidad de la intervención. No puede ser que en el siglo XXI haya una enfermedad incurable en todos los aspectos. Es que no hay que dejarse llevar. Eso es ir a ningún sitio. Uno no se puede contentar con que le digan en un primer momento que tiene Parkinson, que es enfermedad incurable y que tiene que convivir así toda la vida. Tienes que pensar que tiene que haber algo...Yo me aferraba a que tenía que existir una solución.
¿Cómo ha cambiado su vida?
Mi vida ha cambiado mucho. Me siento mucho más tranquilo, relajado, dispuesto a hacer cosas, con ganas de lo que sea… de todo. El cambio ha sido muy importante.