Tumor hepático
Historia de Nastaran
Después de meses de tratamiento y de haberle retirado dos terceras partes del hígado, esta ciudadana holandesa es una mujer nueva con más ganas de vivir.
Es natural de Irán y ciudadana holandesa. Nastaran Younesi, enfermera y madre de un chico de 32 años y una chica de 19, fue diagnosticada hace justo un año de un tumor hepático con muy mal pronóstico. “Me dijeron que por la propia enfermedad, no había tratamiento. Mis médicos no iban a hacer nada para salvarme”.
Llegó a la Clínica en busca de una segunda opinión que le diera algo de esperanza. Después de meses de tratamiento y de haberle retirado dos terceras partes del hígado, Nastaran es una mujer nueva, más fuerte, y con más ganas de vivir. Su marido, Jan, se muestra también muy agradecido por el trato recibido en la Clínica.
¿Cómo comenzó su relación con la Clínica? ¿La conocía de antes? Conocimos la Clínica por casualidad. Tras el primer diagnóstico, en Holanda, me dijeron que no había tratamiento para mí.
En ese momento, mi hijo se puso a buscar hospitales de referencia en los que podían tratarme y dio la casualidad de que su empresa tiene una sede en Valencia. Su secretaria tiene una hermana que se había curado de un cáncer de mama en la Clínica y nos recomendó venir a Pamplona.
Y le hicieron caso.
Además de la Clínica, encontramos otros centros especializados en tumores para pedir una segunda opinión, uno en Amsterdam y otro en EEUU. En este último nos pedían 250.000 dólares en depósito para abrirme un fichero y analizar mi caso. Imagínese qué confianza da un modo de proceder así en una situación tan límite como en la que yo estaba.
¿Qué diagnóstico le habían hecho?
Encontraron el tumor por casualidad. Desde hacía tiempo sufría molestias en el estómago, así que fui al médico y la sorpresa fue que tenía “algo” en el hígado. Y aunque el sistema sanitario holandés depende en gran medida de las coberturas de los seguros, el doctor nos hizo un favor y fuimos a la Unidad de escáner.
Allí vieron que tenía un tumor que era inoperable. Además, me dijeron que por las características de la enfermedad no podía recibir tratamiento. En otras palabras: me dijeron que me iba a morir y que no iban a hacer nada por salvarme la vida.
Y en esas se vinieron a la Clínica…
La primera vez llegué desconfiada por todo lo que había pasado. Pero nada más entrar vi la actitud que tenía la gente de aquí, cómo me trataron y me sentí muy bien acogida. Realmente supe que los doctores iban a hacer todo lo posible por curarme porque para ellos no hacer nada no era una opción.
¿Qué tratamiento le aconsejaron aquí los médicos?
Mi primera visita fue en julio de 2016 y empecé directamente con 20 sesiones de quimioterapia y radioterapia. Para octubre vimos que el tumor se había reducido mínimamente, pero los doctores me avisaron de que el tratamiento tardaba en hacer efecto. Y en diciembre nos dieron una buena noticia: me operarían en enero.
¿Ahora cómo se encuentra?
¡Fenomenal! En palabras de la ciencia, estoy en el mejor escenario posible. La operación salió muy bien, sin complicaciones ni infecciones. Me fui a casa a los siete días de la intervención y, dos días más tarde, ya estaba caminando 30 minutos seguidos. Fue algo increíble. Estoy libre de enfermedad y los resultados son los mejores. Todo sigue hacia delante.
Después de un año de tratamiento y con un pronóstico como el que tiene, ¿cómo se siente cada vez que vuelve a la Clínica?
La verdad es que estoy como en mi casa porque en la Clínica me he sentido cuidada. Cada vez que he venido a tratamiento o a revisión ha sido increíble el trato tan amigable y humano de las enfermeras.
Y la relación con los doctores Sangro, Pardo y Rotellar es fantástica, tanto que les llamo mis “héroes”. Puedo decir que entre todos ellos me han hecho fácil un proceso tan complicado como es el cáncer.
¿Qué destacaría de la Clínica?
He trabajado en un gran hospital durante cinco años y nunca había visto un sistema que integre de una forma tan eficaz a todos los profesionales: médicos, enfermeras, auxiliares…
En la Clínica se nota que la buena comunicación es un pilar importante. Por ejemplo, hoy mismo le he pedido al Dr. Sangro algún ejercicio para ponerme en forma pensando en la próxima revisión, ha llamado a otro médico y tengo cita mañana.
Es increíble la relación tan fluida que hay y la importancia que se da al componente humano. Hemos estado en hospitales con equipamientos y conocimientos muy buenos pero eso no lo es todo frente a la enfermedad: hace falta la humanidad que hemos encontrado aquí.
Sabemos que los médicos no son magos, que no pueden curarlo todo, pero aquí hemos visto que hacen su trabajo lo mejor que pueden. Todo el mundo saca tiempo para dedicarlo a los pacientes. La Clínica es un ejemplo de cómo deberían ser los hospitales.
¿Por eso ya están pensando en mudarse quizá a España?
Teníamos la idea de movernos de Holanda, tras la jubilación de mi marido, quizá a Turquía o Italia, pero ahora también consideramos la posibilidad de venirnos a España, precisamente por el sistema sanitario. Nos vamos haciendo mayores y aquí hemos encontrado un sistema en el que podemos confiar.
Cada vez que pregunto algo a mis doctores-héroes, aunque no sea de su especialidad, les creo, me inspira confianza su modo de ser y de trabajar. Y además, de España nos ha encantado la cultura, el tiempo y la amabilidad que tiene la gente.
¿Qué le dicen sus hijos cuando la ven?
Los dos lo han pasado muy mal. Ha sido un proceso muy duro para la familia y los amigos. Mi hija me dice: “Mamá, eres diferente, ahora eres más fuerte”. Creo que esta enfermedad nos ha hecho más fuertes a todos… hasta a mi buen amigo, que también vino a Pamplona para cuidarnos.
Todo esto le ha permitido además aportar su granito de arena para la investigación.
Estamos tan agradecidos a los doctores que, al principio, les queríamos regalar de todo pero luego me di cuenta de que, en realidad, no necesitaban nada. Se lo comenté al Dr. Sangro y me sugirió que una buena manera de agradecer a la Clínica lo que estaba haciendo por mí era contribuir a la investigación.
Así que siempre que venimos y nos dan un motivo más de esperanza, aportamos un poco de dinero. Este hospital realiza una labor muy importante en investigación y, aunque la nuestra sea una contribución pequeña, sabemos que va a ser de ayuda para alguien. Hemos visto que es la mejor manera de agradecer el trabajo que han hecho con nosotros: permitirles que lo hagan con otras personas.
La solución: radioterapia y cirugía posterior
“La paciente presentaba un tumor limitado al hígado que, por su tamaño y localización, no era susceptible de resección quirúrgica”, explica el Dr. Bruno Sangro, director de la Unidad de Hepatología de la Clínica Universidad de Navarra y médico de referencia de la paciente.
El tratamiento que le habían propuesto a la paciente en el hospital holandés del que procedía consistía en administrar quimioterapia para conseguir una reducción del tumor y poder así extirparlo posteriormente mediante cirugía. Sin embargo, debido a una afectación añadida que padecía se desaconsejaba el tratamiento quimioterápico.
Fue entonces, cuando la paciente y su familia recabaron información y pidieron cita en la Clínica. A la vista de su diagnóstico, “cuando llegaron a consulta se le planteó un tratamiento radioterápico con intención de un posterior rescate quirúrgico”, recuerda el especialista.
La radioterapia surtió el efecto que se pretendía y finalmente se le pudo intervenir a la paciente y resecarle el tumor mediante cirugía. Actualmente, Nastaran “está libre de enfermedad desde el pasado mes de enero en el que se le intervino quirúrgicamente”, y sigue con un protocolo de revisión cada tres o cuatro meses.