Trastorno por déficit de atención e hiperactividad
Historia de Elena, madre
"Ha sido un enorme acierto ponernos en manos de los especialistas de la Clínica, y solo lamentamos no haberlo hecho antes, ya que nos hubiéramos ahorrado muchos disgustos y problemas".
Elena (nombre ficticio) tiene dos hijos con TDAH. Durante años, no fueron diagnosticados correctamente y ello conllevó graves problemas de autoestima, de comportamiento y de convivencia familiar. Para ella y su familia, el correcto diagnóstico y la efectividad del tratamiento realizado en la Clínica marcaron el "después": una vida nueva para todos tras unos años que considera un "infierno".
¿Cuáles fueron las patologías por las que sus hijos fueron tratados en la Clínica?
Mis hijos han sido tratados en el Departamento de Psiquiatría por la doctora De Castro-Manglano. La pequeña comenzó a ser tratada al cumplir 15 años. Se le diagnosticó TDAH con varios problemas asociados como negativismo desafiante, riesgo de bulimia y baja autoestima entre otros. Mi hijo mayor, una pena, fue diagnosticado más tarde. Lo llevamos a la Clínica con 22 años.
¿Cómo ha sido la convivencia con esas enfermedades antes de que fueran tratados?
Realmente ha habido un antes y un después, en sus vidas y en la de toda la familia, desde el tratamiento en la Clínica. Puedo afirmar sin exagerar que hasta ese momento fui una madre “esclava”. Mi marido y yo veíamos claramente que a los chicos les ocurría algo, algo no encajaba, nos empeñábamos en dar una apariencia de normalidad a nuestras vidas, pero era evidente que algo no iba bien.
En cuanto al mayor, no había duda de que era un chico despierto e inteligente, pero incapaz de concentrarse sin ayuda ni de organizar su vida. El rendimiento escolar era bueno, siempre con media de notable, pero a base de estar sentada a su lado tomándole las lecciones, contándole la historia de España como si fuera un cuento, haciéndole resúmenes, trabajos… De esta manera conseguía que fueran pasando los cursos, que se fueran quemando etapas, aunque todo ello a costa de mi tiempo personal, familiar y laboral. Debo aclarar que trabajo fuera de casa, mi marido tiene un trabajo que le exige viajar y muy absorbente, incluso los fines de semana.
Supongo que, con los años, la situación sería cada vez más difícil
Todo se complicó al llegar la adolescencia con malas (pésimas) compañías, problemas con el alcohol, con la policía, pérdida de todos los puntos del carné de conducir… Su carácter se hizo cada vez más violento en casa, su autocontrol estaba bajo mínimos (al igual que la autoestima) y la convivencia se convirtió en un verdadero infierno, tanto para nosotros como para sus hermanos. Nuestra vida social se vio muy limitada –no nos atrevíamos a dejarle solo con sus hermanos a pesar de tener ya 20 años-, y puedo decir que estábamos en estado de alerta permanente.
¿En todo ese tiempo no acudieron a ningún especialista?
Desde los 15 años acudía a terapia psicológica; y desde los 18 estaba tratado por un psiquiatra. Pero no obteníamos resultados, algo seguía sin encajar.
Mientras tanto, otro de sus hijos comenzaba a presentar síntomas...
Su hermana pequeña también “apuntaba maneras”: observábamos que para ella concentrarse era misión imposible, era despistada, atolondrada, impulsiva y, aunque era una niña responsable y estudiosa, no se correspondía su esfuerzo con los resultados escolares. Perdía muchos objetos y, al igual que su hermano, al llegar a la adolescencia su carácter cambió, ambos carecían de tolerancia ante la frustración. Comenzó a gritar a la mínima e incluso a amenazarnos físicamente, y en casa se dispararon todas las alarmas. Decidimos viajar a Pamplona y ponernos en manos del Departamento de Psiquiatría Infantil y de Adolescentes de la Clínica. Y ahí comenzó una nueva vida para todos.
Y, por fin, un tratamiento efectivo
Tras el diagnóstico, terapia familiar y tratamiento farmacológico, todo comenzó a mejorar. El clima en casa cambió de forma radical, nuestra hija se volvió cariñosa, responsable, fue ganando poco a poco en autonomía y seguridad. Nos pedimos perdón por muchos malos momentos y empezamos otra vez. Sus notas subieron considerablemente, su capacidad de concentración mejoró muchísimo, sus despistes y pérdidas de objetos prácticamente desaparecieron… Todos estábamos más alegres en casa, mucho más alegres, podíamos hablar con ella, razonar, no se escuchaban gritos y, de hecho, se avergonzaba de su comportamiento anterior.
A raíz de este increíble y positivo cambio llevamos al mayor. Después de pasar por el Departamento de Psiquiatría, terminó la carrera, obtuvo matrícula de honor en el trabajo de fin de grado, ha realizado un máster de postgrado de alta exigencia y, lo que es más importante, se ha convertido en un adulto responsable, dueño de su vida y que se esfuerza por dar lo mejor de sí mismo.
Antes acudieron a otro especialista, ¿por qué eligieron finalmente la Clínica Universidad de Navarra?
Teníamos referencias excelentes de la Clínica, de otros Departamentos, a través de amigos y familiares que habían sido tratados. Nuestros hijos, nuestra familia es lo más importante para nosotros, por ello pensamos que teníamos que intentarlo, que no podíamos tirar la toalla y, desde el primer momento, confiamos en los profesionales que nos atendieron.
Está claro que fue determinante un correcto diagnóstico
La Dra. De Castro-Manglano acertó plenamente. Como he comentado, nuestro hijo mayor ya estaba siendo tratado sin resultados, no habían sabido diagnosticar su TDAH y sentíamos que se estaban dando “palos de ciego”.
El tratamiento hace que los chicos funcionen como cualquier chico de su edad y, a la vez que ha aumentado su capacidad de concentración, también lo ha hecho su autonomía personal, su autocontrol, su madurez y ha disminuido la impulsividad.
Además, en la Clínica nos informan de cualquier novedad en cuanto al tratamiento y son pioneros en aplicar los últimos avances médicos.
Supongo que ser paciente de psiquiatría requiere, además de un adecuado tratamiento médico, una atención especial
Nos hemos sentido escuchados, comprendidos, arropados. Tenemos la confianza y la seguridad, puesto que lo hemos comprobado, de que nuestros hijos están en buenas manos, que podemos acceder en cualquier momento al Departamento y de inmediato nos ofrecen orientación y soluciones ante cualquier contratiempo que se presente.
Solo nos queda expresar nuestro inmenso agradecimiento a la Dra. De Castro-Manglano y a todo el Departamento. Ha sido un enorme acierto ponernos en sus manos y solo lamentamos no haberlo hecho antes, ya que nos hubiéramos ahorrado muchos disgustos y problemas. Gracias, muchas gracias.