Accidente en carrera ciclista
Historia de Pedro
Pedro Horrillo sufrió una grave caída en el Giro de Italia y fue sometido a varias operaciones reconstructivas.
Hace unas semanas tuvo el valor de volver al lugar del accidente, el Culmine di San Pietro, próximo a la localidad italiana de Bérgamo. Tuvo además la valentía de asomarse al precipicio que casi le cuesta la vida. Ochenta metros de caída hasta un saliente inclinado de dos metros cuadrados donde quedó su maltrecho cuerpo.
“La verdad es que impresionaba”, admite Pedro Horrillo, ciclista ermuarra del equipo holandés Rabobank que el pasado 16 de mayo tuvo la mala fortuna de salirse en una curva de la octava etapa del Giro de Italia. El equipo sanitario que lo atendió en aquellos momentos todavía no sale de su asombro al verlo, no sólo con vida, sino montado sobre una bici, tan solo seis meses después de aquella caída potencialmente mortal.
Buena parte de la ‘culpa’ de su supervivencia la tiene el doctor italiano Sergi Levi, responsable médico del rescate y quien encaramado al precipicio fue el primero en constatar el estado consciente del ermuarra al preguntarle su nombre: “Me chiamo Pedro”, contestó el ciclista en italiano. Esta respuesta supuso el primer viso de esperanza sobre la posible recuperación del deportista.
En aquellas condiciones, otro médico, el doctor Stefano Alberti, descolgado desde un helicóptero consiguió intubarle e inmovilizar las más de 20 fracturas que presentaba el cuerpo de Horrillo, angustiado ante la posibilidad de que el ciclista pudiera llegar a caerse del borde rocoso debido a las maniobras médicas. “Nunca en mi vida había tenido que realizar un rescate en unas condiciones tan extremas”, reconoció emocionado el facultativo a Horrillo en su reciente visita a Italia.
Desde aquel saliente que le salvó la vida, una vez estabilizado, Horrillo fue trasladado en helicóptero hasta el Hospital de Bérgamo, donde le indujeron un coma farmacológico ante la gravedad de las lesiones. En la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del hospital italiano permaneció ingresado desde el 16 de mayo hasta el 1 de junio, día en que, ya fuera de peligro, fue trasladado en avión medicalizado hasta la Clínica Universidad de Navarra.
Sus especialistas tuvieron que cuidar la perforación pulmonar que presentaba debido a la fractura de doce costillas y tratar, especialmente, una rotura abierta del fémur de su pierna izquierda que presentaba el hueso roto en nueve fragmentos, la rodilla deshecha de esa misma pierna y una fractura de vértebras cervicales.
El doctor Pablo Díaz de Rada fue uno de los traumatólogos de la Clínica responsables de la intervención quirúrgica que le realizaron a Horrillo en la pierna y de su posterior seguimiento. Como facultativo, destaca de Pedro “el afán de superación y su actitud optimista ante la adversidad”, factores que considera “admirables”. El ciclista, por su parte, sitúa gran parte del éxito en el equipo sanitario que le cuidó y en el apoyo constante de su familia.
¿Por qué se decidió su traslado a la Clínica Universidad de Navarra?
El accidente fue en Bérgamo. Allí me estabilizaron y me tuvieron en coma inducido hasta que mi situación mejoró. Pero una vez que desperté, la sensación de desarraigo, de estar fuera de casa y lejos de mis seres queridos me obsesionaba. Para mi familia, especialmente para mi mujer que había dejado a nuestros dos hijos en casa, la situación era aún más dura. Ella sufría por sí misma y también por mí y por los niños, así que después de hablarlo con los médicos, decidieron que cuando fuese posible se me trasladase a un centro sanitario próximo a mi domicilio. El médico de mi equipo holandés consultó con sus colegas españoles la posibilidad de un centro que cumpliese dos condiciones: que contase con buenos profesionales para tratar las lesiones que tenía y que además estuviese cerca de mi casa. Y todos los que consultaron coincidieron en que la Clínica Universidad de Navarra cumplía con esos dos requisitos.
¿Cómo se encuentra ahora? ¿Lleva una vida más o menos normal?
Estoy muy bien, gracias. Disfruto más que nunca del día a día, y no me equivoco si digo que no me cunde el día, que necesito que sea de 28 ó 30 horas, pues no tengo tiempo para hacer todo lo que quiero. Hago una vida normal, aunque todavía con ciertas limitaciones que espero que poco a poco vayan desapareciendo. Sobretodo a la hora de hacer deporte, como correr o andar por el monte por pendientes pronunciadas. Pero para la vida normal, nada importante. Además, estoy escribiendo un libro con un editor holandés con el que ya he hecho dos libros de recopilación de los artículos de colaboración que he publicado en El País. Lo estoy escribiendo a medias con un periodista holandés. Se trata del diario de un ciclista durante la temporada, visto desde la perspectiva del periodista y desde mi óptica de corredor. Empezamos con este libro antes del accidente y a raíz de él se interrumpió. Estamos viendo la posibilidad de continuar el proyecto.
En la actualidad ¿cómo transcurre uno de sus días?
Hace poco me han dado el alta de la rehabilitación. Pero hasta ahora, todas las mañanas las empleaba en rehabilitar la pierna fracturada hasta la hora de comer. Después, por las tardes, he asumido una nueva tarea: me ocupo de mis hijos. Mi mujer, que ha estado de excedencia hasta hace poco, se ha reincorporado al trabajo y ahora soy yo quien se hace cargo de los peques por la tarde. El mayor tiene 4 años y el pequeño, uno y medio, así que no tengo tiempo para nada más. Y estoy encantado. Por las mañanas me dedico a entrenar y después a los niños. Tiempo para mí, sólo me queda por las noches. Es entonces cuando aprovecho para contestar mails o escribir mis colaboraciones.
Tres meses después del accidente ya estaba pedaleando ¿cuántos kilómetros es capaz de hacer ahora?
Comencé de nuevo a montar en bici a finales de septiembre. Ya antes lo hice en bici estática, pero al final me animé a salir a la carretera y ahora, en función de la climatología, salgo a entrenar siempre que puedo. He hecho salidas de duración media, entre dos y tres horas, aunque en alguna he llegado casi a las cuatro, esto es, un máximo de 120 kilómetros. Pero el límite es mi estado de forma física, que aún es bajo. Por kilómetros, puedo hacer salidas como las que hacía antes. Voy a un ritmo similar al de los ciclistas profesionales en pretemporada, que es como están ahora.
¿Piensa que podrá estar preparado para retomar los entrenamientos y la competición?
Los entrenamientos ya están en curso. En cuanto a la competición, la cosa cambia, porque la exigencia es mucho mayor. Aún tengo un déficit de fuerza importante en la pierna izquierda y eso puede ser un impedimento para el futuro en función de la evolución. Y con una pierna funcionando al 30 ó 40%, que es lo que tengo ahora, es complicado seguir siendo ciclista profesional. Ya lo es con las dos al 100 %, así que en mis condiciones he preferido descartar mi vuelta a la competición.
Más de 20 lesiones ¿se pregunta cómo pudo sobrevivir?
No le doy muchas vueltas, la verdad. Siempre he tratado de mirar hacia adelante. Las lesiones estaban ahí y mirando hacia atrás no conseguía cambiar nada, así que me concentraba en qué era lo que había que hacer para volver a la normalidad. Un día me desperté en una UCI y poco a poco fui entendiendo que había estado varios días luchando entre la vida y la muerte. Pero cuando fui consciente de ello, mi situación era ya totalmente estable, así que me di cuenta de que lo único que podía hacer era alegrarme de seguir vivo y poner todo de mi parte para volver a ser el que era. Si he sobrevivido, aparte del factor suerte que ha tenido mucho que ver, ha sido también gracias al trabajo de muchas personas (médicos, fisioterapeutas, equipo de rescate…) que supieron tomar en su momento las decisiones correctas. Y por el apoyo que he recibido de todo mi entorno familiar, especialmente de mi mujer y mis hijos. Todos me han ayudado, y entre ellos y los ánimos de amigos, conocidos e incluso de desconocidos, he conseguido salir adelante. Es evidente que todo lo que he hecho lo he hecho por mí mismo, pero en cierta medida debía corresponder a todas estas personas poniendo todo de mi parte.
La gravedad del accidente ¿le ha afectado psicológicamente de alguna manera?
Yo creo que sí, pero en sentido positivo. Me siento más fuerte, con más confianza en mí mismo y más seguro de lo que quiero. Siempre he tratado de mirar la vida con optimismo, pero ahora mucho más. Cada día es único, y nunca sabes cuál puede ser el último, así que más vale disfrutar.
¿Cómo fue su estancia en la Clínica?
Muy buena. Me sentí siempre muy bien tratado por todo el personal, y lo mismo mi mujer, que me acompañó constantemente. Los fines de semana tenían además el aliciente de estar con mis hijos, que se alojaban en un apartamento cercano a la Clínica; eso fue un gran estímulo para mi recuperación. Desde el primer momento me sentí tratado con delicadeza. Venía de permanecer más de dos semanas en la UVI, así que cuando oí que se me iba a trasladar a una habitación, sentí una alegría inmensa. Luego vi día a día que había un gran equipo volcado en mí, tanto médicos como enfermeras, como personal de otros servicios de la Clínica. Y eso te da mucha confianza, el ver que estás bien tratado y que si hay que tomar decisiones delicadas, quienes lo harán serán profesionales con experiencia.
¿El accidente ha cambiado su forma de ver la vida?
Sí y mucho. Se puede resumir en que ha cambiado mi escala de valores. Me he vuelto una persona menos materialista y consumista. Me falta tiempo para estar con los míos, con mis hijos y mi mujer, con mis amigos. Como se suele decir, hay muchas cosas en la vida que no aprecias hasta que te faltan. Y cuando has estado a punto de que te faltase todo, todo vuelve a tomar vida con especial intensidad.
¿Ha obtenido algo positivo de esta experiencia?
Lo que más puedo destacar es el apoyo que he recibido de los que más me quieren, eso sin duda ninguna. Y la sorpresa además de que en esta vida te quieren muchos más de los que te puedes imaginar, y hasta que no te llega una experiencia extrema, como esta, no eres capaz de verlo. Y en positivo he sacado muchísimas cosas, pero en especial una, que he perdido el miedo a la muerte. Aunque suene macabro, la muerte es parte de este proceso que es la vida y tenemos que contar con ello. Y cuando como yo, has estado tan cerca de morir y la vida te ha dado una segunda oportunidad, entiendes que, más que lamentarte por tu mala suerte, tienes que felicitarte por la buena.